La Semana Santa tiene su propio ambiente, su vocabulario preciso y variado y su motivación, que en muchos casos es religiosa y en otros cultural, aunque lo que más abunda es la mezcla de ambos elementos. En los pueblos de la Campìña Sur cordobesa existen rasgos coincidentes en cuanto a la organización, devoción y estilo propio de influencias jesuita yfranciscana. En Montilla se combina la tradición manifestada en viejas costumbres que no mueren y que constituyen el núcleo fundamental de esta fiesta capaz de traspasar la barrera de los siglos sin inmutarse. La presencia popular da un carácter a la conmemoración: miles de personas, entre costaleros, alumbradores, desfilantes y músicos trabajan activamente durante la Cuaresma, y algunos durante todo el año.

Las conversaciones tienen ingenio y gracia a reventar. Hace unas horas, cuando esperaba el cortejo de una hermandad, percibí a mi lado a un vecino que se lamentaba por la lentitud del paso. Nuestro amigo terminó por marcharse antes del desfile no sin justificarse ante los más próximos. "Me voy a tener que ir porque me va a dar calentura". Seguramente, se confundió porque a los pocos momentos se entró en una taberna. No faltan gestos curiosos como el de la niña de 2 ó 3 años que, al pasar la Virgen con todas sus velas encendidas, no dudó en cantar el Cumpleaños Feliz .

Otros muchos detalles pueden pasar a la pequeña historia de nuestra Semana Santa si somos capaces de observar atentamente y registrar convenientemente cuanto sucede entorno a esta celebración. El Viernes Santo de cada Semana Santa, desde hace casi 50 años, un montillano ausente que reside en Valencia, Ramón Lara, acude a cargar sobre sus hombros la magnífica talla del Nazareno, una devoción que empuja a otros muchos ausentes a regresar a su pueblo en estos días primaverales de pasión.

* Maestro