Hoy, 17 de de octubre, se conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Este día fue reconocido por la ONU, tras haberse celebrado en París, en 1987, una concentración liderada por el Movimiento internacional ATD Cuarto Mundo a favor de los derechos humanos y la libertad en honor de las víctimas de la pobreza, el hambre, el miedo y la violencia. A este acto asistieron más de 100.000 personas; por tanto, este día es una de las fechas que debería tener más predicamento y arraigo en la conciencia colectiva, ahora globalizada. Escribo el condicional "debería" porque pareciera que el significado que hoy se da al Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza actuara inversamente proporcional a la rotundidez del sentido en su enunciado. El verbo erradicar significa "arrancar de raíz" y todo lo que se arranca se hace con ánimo concluyente y categórico; con autoridad indiscutible. Pero no es así en el caso del hambre y la pobreza. Este "escándalo y vergüenza de la humanidad" --según un informe del Club de Roma-- no solamente no tiene perspectivas y visos de solución sino que la publicidad de su crudeza es tan indeseablemente repetitiva que embota la sensibilidad de los que tienen la capacidad para resolver y sanar esta purulencia social que, lamentablemente, aumenta cada día. De esta dejación continuada de los gobiernos de la tierra, se inocula la mayoría del llamado Primer Mundo, haciéndose cómplice de una actitud común, diabólicamente corporativa, que apenas distingue lo que es una realidad evidente de lo que no es sino una mera hipocresía destinada a insultar, de una forma globalizada, la mayoría de las inteligencias que, sin darse cuenta, se van acostumbrando a presenciar el sufrimiento ajeno y a tolerar el "ejercicio" de la pobreza y, con ella el hambre. La ONU sabe que la carrera desenfrenada hacia una superlativa pobreza indignante, propiciada por las injusticias y desigualdades sociales, ha emprendido una velocidad de vértigo que puede incrementar el número de "nuevos pobres" en un 15%, llegando al 44% de la población mundial en menos de diez años (Intermón estima que sólo en Europa crecerán en 25 millones, de los cuales 8 serán españoles). Esta realidad nos lleva a una conclusión que, por pintoresca, no deja de ser certeza: "Es más fácil ser demócrata con el estómago lleno". Ante este denigrante panorama, la ONU también sabe de la ineficacia de su conmemoración, salvo que, en su seno, sean capaces de promover un catálogo de políticas públicas, unos enérgicos esfuerzos en materias educativas y un consensuado clima político, económico y social que estimule la creación de riquezas, propicie el ahorro y provoque situaciones que permitan inversiones honestas y perdurables en el tiempo, sin que ello suponga apropiarse, con métodos de esclavitud, de las plusvalías generadas. Esta sociedad, a la que pertenecemos de forma solidaria para las pérdidas, pero privatizada para los beneficios, debe instar a los gobiernos para que el hambre y la pobreza duerman, algún día, el sueño de los injustos.

* Gerente de empresa