Siempre han sido malos tiempos para la lírica porque el estómago ha necesitado alimentos en cualquier momento de la historia. Pero había resquicios para los soñadores. Ahora, desde que explotó la burbuja del ladrillo, Angela Merkel entró en escena y las urnas le dieron el relevo a Rajoy --que lo iba a arreglar todo según comentarios a pie de urna el día de las elecciones--, nos han robado los sueños, que no sabemos si los habrán colocado en una de las cuentas suizas de Bárcenas, aunque lo dudamos porque no rentan en el Ibex 35. Son malos tiempos para la lírica, pero también para la filosofía, esa mala costumbre de algunas gentes a las que les da por pensar y por encontrarle la razón a las cosas para no aborregarse con lo establecido, que a veces es tan irracional como la genuflexión por jerarquía. Hoy, en media España, los filósofos van a salir a la calle para protestar por la reforma educativa que reduce los años de impartición de esta materia a los alumnos. En las plazas, como cuando Aristóteles transmitía sus saberes en Atenas, los filósofos empezarán una cuenta atrás hasta llegar a ese fatal momento en el que España deje de pensar porque los gobernantes aplicaron el insolidario "sálvese quien pueda" y el chusquero "primun vivere, deinde filosofare" siguiendo el plan de estudios decretado por el objetivo de déficit que primero se cargó la cuna de la filosofía en la Academia griega de Platón y ahora trata de arrasar esa rebeldía poética del español que se traduce en humor filosófico. Ya le han metido mano hasta a esos sueños que teníamos reservados para la jubilación al tocar el sacrosanto fondo del Pacto de Toledo. Si queremos que nuestra vejez se parezca en algo a lo que habíamos soñado tendremos que meternos en la virtualidad de internet porque en la realidad nos tienen preparado un máster para compatibilizar el júbilo prometido con una media jornada laboral que nos ayude a cuadrar las cuentas de la edad tardía. Por si no bastaba con estropearle los sueños a los jóvenes, que muchos de ellos llenaban su estómago con la pensión de los abuelos, ahora dice el Gobierno que la jubilación no es una edad para la felicidad sino para ajustar el presupuesto. Parece que en España nos han prohibido los sueños, la lírica y el pensar. Hasta los patios, la poesía de mayo, se han vuelto materialistas desde que recibieron el título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Será el signo de la época.