Un chico en los calabozos contaba las penas como el que cuenta partidos de liga para la clasificación de su equipo; ¡qué esperpento! Políticos o filósofos hablan de la libertad; nunca la tratarán con la exactitud de los presos. "Si todo iba bien" y dentro de la cárcel no se buscaba más causas, entregaría toda su juventud a prisión y cuando saliera, el mundo habría cambiado tanto que se sentiría extraño en todas partes. Había nacido en la cárcel, de padres infectados mortalmente por la marginación y el tráfico de drogas de menudeo como salida económica y, claro, siempre entrando en prisión atrapados por un horrible círculo vicioso porque en muchos casos ser traficante engancha para el consumo y al contrario. La droga había causado estragos en la familia y al que no había matado lo convertía en un desecho social. De nuevo se fue al Penal por robar a su vecino bajo una enajenada violencia verbal con instrumento en mano y esta vez para dejar allí esos mejores años que Borges tanto anheló en su alegato vital final (si volviera a ser joven intentaría ver más amaneceres, viajaría más...). Yo sé que este tipo de personas tan odiadas tienen una parte buena que nada tiene que ver con un horrible chabolo. No pueden seguir tan inconscientes del daño que acarrean a la sociedad y el perjuicio que se hacen. Cómo me gustaría que Cristo y la cultura les descubrieran la alegría de la libertad, la tranquilidad de la honradez o la pasión por la lectura. El dinero delictivamente ganado solo sirve para comprar sufrimiento y vender la libertad.

* Abogado