Con nocturnidad y alevosía se hacían las sacas de las checas y de las prisiones en el pasado, con un fin, asesinar. Y del pasado se aprende. Se aprende que el mejor mes para hacer atrocidades en esta ciudad es el de agosto y si se hace de madrugada, mejor.

Ya se hizo con la tala de árboles de la Avenida de América allá por los 90 o cuando querían talar un olivo centenario en Las Tendillas.

El pasado 18 de agosto, con la excusa de unas pistas de pádel, al lado de la estación de autobuses, nos han quitado, han talado tres moreras como las que había en Urbanismo (taladas también). Estas moreras, que desde hace 70 años perdían todas sus hojas en invierno para luego crecer más fuertes y darnos unas frondosas copas para ofrecernos sombra, no han tenido la más mínima oportunidad. Recién amanecido llegaron los sicarios, motosierra en mano y sin testigos incómodos, procedieron a ejecutar el encargo, dejando tras de sí su fechoría, los cadáveres de tres árboles de 60 años, sanos, de gran porte, con los troncos aún sangrando cuando pasaron los primeros testigos.

Ahora, la pregunta, dado que la tendencia en Córdoba es plantar bonsáis de naranjos y mucho granito ¿no hubiera sido posible sacar esos árboles y haberlos transportado a otro sitio para regalarnos su sombra y evitarnos este sol de justicia? El delito que cometieron fue equivocarse dónde crecer. Quizás si hubieran crecido en otro lugar de propiedad privada aún seguirían refrescándonos con su sombra una decena de años más. Y dado que existe otro solar al lado de propiedad municipal, que con el dinero de los cordobeses se ha explanado y colocado farolas para hacer uso como aparcamiento público y que está gestionado por gorrillas ilegales, ¿no se podrían haber hecho las pistas deportivas en ese descampado y haber pasado parte del párking al solar de los árboles? Desde hace tiempo, por economía, se han ido talando árboles maduros, de porte, para ser sustituidos por naranjos jóvenes que darán sombra a nuestros nietos aludiendo a que dichos árboles estaban enfermos (según la Unidad de Parques y Jardines). Tenemos médicos de árboles y se les mueren todos...

Si un doctor pierde a un alto número de sus pacientes, a lo mejor perdería su plaza y sería expedientado. Qué gran ciudad que tala sus árboles y destruye la única rosaleda importante que tenía, ¿para una biblioteca? ¡Como si no hubiera solares donde cons-truirla!

Y para terminar: ¿dónde están los ecologistas, los verdes y antitaurinos?

José M Ruiz Miranda

Córdoba