Fidel Castro y su uniforme verde olivo "aunque ahora sin galones" han reaparecido en la escena tras 4 años de ausencia. En la ciencia interpretativa de los arcanos políticos cubanos hay todo tipo de versiones de esta resurrección. Sin embargo, lo que cuentan son los hechos y en la isla caribeña están pasando algunas cosas en coincidencia con el retorno de Fidel. Tras la liberación de un grupo de presos políticos y la promesa de seguir liberando a los prisioneros de conciencia que siguen detenidos en las mazmorras castristas, vino el anuncio de unas tímidas reformas llamadas eufemísticamente "una actualización del modelo económico cubano" cuyas principales medidas consisten en reducir las plantillas del sector público y ofrecer a los "trabajadores excedentes" la posibilidad de establecerse por cuenta propia. Traducido al román paladino, las medidas constatan el fracaso del sistema. Porque, ¿acaso no es un fracaso tener que prescindir de 1.300.000 trabajadores, equivalente a un tercio de la población activa, en un país donde el Estado controla el 90% de la economía? Ahora bien, de ahí a pensar que Cuba entra en la economía de mercado dista un buen trecho. La gerontocracia cubana ha podido estudiar a fondo cambios radicales del sistema comunista. El de la Unión Soviética, con su rápido colapso, y el de China, donde nada ha caído porque se ha optado por el desarrollo sin libertad. Cuba se inclina por este último, pero a ritmo caribeño. Solo un factor exterior podría acelerar el cambio, y es el fin del embargo estadounidense.