Muchas veces he meditado sobre las fotografías de la guerra y la violencia. Los significados de una misma fotografía son diferentes para quien los mira, depende desde que ideología lo haga, desde que fervor religioso o político las contemple y se distorsionan los significado al verlas desde una óptica cargada de fanatismo.

A comienzos de los ochenta ETA atentó contra un Cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza causando siete muertos, entre ellos cinco niños. Las fotografías que publicaron los periódicos de aquella barbarie causaban repugnancia y generaban un odio caliente contra los autores de tamaña atrocidad. Ese sentimiento parecía el normal y lógico para quienes pertenecemos a la condición humana. Sin embargo, tres días más tarde supimos que un grupo de simpatizantes de Herri Batasuna entreverado con militantes de ETA lo habían celebrado con champán en un bar de Biarritz mientras contemplaban y se pasaban unos a otros un periódico con las fotografías de una "acción tan heroica".

Sharon, el general de la metralla y el acero, músculo de Yavé, ha ganado de forma clamorosa las elecciones en Israel. Las fotografías jugaron un papel esencial en su campaña. En las sedes electorales y en amplios espacios abiertos los partidarios del general colocaron amplias exposiciones de fotografías que reflejaban la crueldad de los comandos palestinos. En ellas se veía todo el recital de crueldades que llevan a cabo los kamikazes de los radicalismos palestinos. Por cierto, la palabra japonesa kamikace es la más apropiada, en este caso, porque significa "viento divino" y ya se sabe que creen que ese viento los lleva directamente al paraíso. Las fotografías mostraban cadáveres reventados en inofensivos autobuses de Jerusalén y Tel Aviv, en restaurantes, en cafeterías, en celebraciones de bodas y en un sinnúmero de lugares insospechados.

Al lado de esas mismas fotografías se exhibían otras en las que los tanques de Israel entraban en Gaza, en Ramala o en Yenin. Los israelíes miraban las fotografías de sus muertos y los mensajeros de Sharon les decían que la única forma que tenían los hijos de Israel de escapar a ese destino era romper la dinámica de la violencia palestina multiplicando la violencia sobre los palestinos. Las fotografías de los tanques y los soldados israelíes entrando a fuego en los nidos de los terroristas completaban el mensaje de que Sharon era el hombre indicado para hacerlo.

Esas mismas fotografías contempladas desde los santuarios del Hamás en Gaza tenían un significado opuesto. Los muertos sobre autobuses judíos eran los gloriosos trofeos de su lucha, mientras que los causados por las balas israelíes eran el fruto de la crueldad judía que reclamaba la venganza.

Las fotografías de las humeantes Torres Gemelas fueron profusamente difundidas. Tenían la belleza del comienzo de la gran tragedia americana. Después, cuando esperábamos ver las imágenes del horror a través de millares de cuerpos destrozados, se hizo la oscuridad total. Los medios americanos se negaron a dar las terribles fotografías en aras del buen gusto, pero no es extraño pensar que las horribles imágenes no se publicaron porque en el subconsciente americano se las consideraba como trofeos de guerra de los terroristas. Esas imágenes no dudará en utilizarlas Bush si en algún momento considera que son interesantes para caldear los fervores belicistas. El archivo fotográfico de los cuerpos destrozados bajo los escombros es un arsenal de incalculable valor estratégico.

En la próxima guerra se evitarán las fotografías de cuerpos ensangrentados, de muertes, de niños destrozados, de ataúdes amontonados en los puertos y aeropuertos con los cadáveres que calificamos como "bajas". En cambio se exhibirán las nuevas tecnologías, los cohetes luminosos rompiendo la oscuridad de la noche como si se tratara de una verbena. Espero no ser profeta y que nunca veamos el espectáculo heroico que están montando en los gabinetes de imagen de la Casa Blanca y el Pentágono. También sé que después de la guerra, si esa guerra tiene un después, ningún gabinete de imagen podrá ocultar los escenarios de la desolación y los millones de muertos sin sepultura ni ataúdes.