Todo se preparó -escribe Paco Aguado en su gran obra Joselito, el rey de los toreros- para que Rafael El Gallo diera la alternativa a Joselito y a Limeño en la plaza de Madrid el 15 de septiembre. Una decisión que la crítica y los más sesudos aficionados consideraron precipitada, tal vez porque, hasta entonces, nadie en la historia del toreo se había doctorado tan joven como Gallito Chico: con sólo 17 años y cuatro meses de edad».

«Hasta los años finales del XIX, la carrera de los toreros era mucho más lenta. La alternativa les llegaba, normalmente, cuando ya eran hombres cuajados, bien entrada la veintena, y después de haberse hecho primero en las capeas -antecedente inmediato de las novilladas- y luego como banderilleros en las cuadrillas de otros matadores. Solo en el caso de valorar medios-espadas y como visado para un probable doctorado. Fue sólo a partir de las dos últimas décadas del pasado siglo cuando se comenzó a hablar formalmente de novilladas y de novilleros en el proceso de formación de los toreros. Pero a aún adolescente, ya estaba más que preparado para dar el salto de escalafón. No había lugar para la duda ni la especulación. La última temporada novilleril marchaba sobre ruedas y Gallito Chico se había convertido en la gran atracción de la fiesta de su tiempo».

España tenía entonces 18 millones de habitantes, más de la mitad analfabetos. Un pueblo pobre y atrasado, cuyos mayores entretenimientos eran el teatro de varietés, los folletones por entregas y, por supuesto, los toros. El fútbol y el cine aún estaban en pañales.

Sin embargo, a última hora hubo que cambiar el guión, ya que justo 15 días antes de la fecha señalada, Joselito sufrió una cogida tonta en Bilbao (fue su bautismo de sangre) que le retuvo postrado y sin poderse mover. Entonces se negoció con el empresario de la Plaza de Madrid otra fecha y curiosamente, también ésta tuvo que ser aplazada, en este caso por el gran temporal con tormentas incluidas que cayó sobre la capital el día señalado.

En Sevilla

Así que el escenario de la alternativa se trasladó a Sevilla, donde tenía firmada otra corrida como confirmación de la alternativa de Madrid. O sea, que se cambiaron las tornas: el 28 de septiembre tomó la alternativa en Sevilla y el 1 de octubre la confirmó en Madrid. Aquella tarde la Maestranza de Sevilla apenas si tuvo media entrada. Al parecer por una «guerra» que se traían entre manos los aficionados con la empresa por los precios caros de las entradas y además porque el tiempo no acompañaba. Actuó de padrino su hermano Rafael Gómez Ortega Gallito y como testigo Antonio Pazos. El toro de la alternativa se llamaba Caballero y pertenecía a la ganadería de Moreno Santamaría.

Pero, para poder comentar lo que fue aquella corrida de la primera alternativa me pareció curioso saber qué habían opinado los críticos y cronistas de los periódicos del día siguiente y a la Hemeroteca me fui. En síntesis esto se escribió ese día: El Heraldo de Madrid: «La primera de Sevilla. Los dos gallitos. Con un tiempo impertinente por su destemplanza, abundantes nubes y temperatura, se celebra la primera corrida. En la plaza una entrada malísima, casi un vacío. Ni aun con el aliciente de la alternativa del fenómeno Joselito se ha conseguido entusiasmar y convencer a la afición, que está muy desengañada por los abusos que con ella se cometen constantemente. Se sabe de distinguidas y salientes personalidades tauromáquicas, que se han retraído voluntariamente. Entre barreras hay gran afluencia de fotógrafos de afición y de oficio y también funciones bastantes operadores cinematográficos. El programa de la fiesta lo componen los hermanos Gallito y Pazos, que tienen que despachar seis toros de Moreno Santamaría. Salen las cuadrillas, suenan aplausos estruendosos y asoma el toro primero. Caballero de apodo, negro de pelo, muy corto de defensas y muy chico de cuerpo. Una monada. (…) Rafael se provee de las armas toricidas y con ellas se encamina al más chico de sus hermanos y al más nuevo de los doctores de la iglesia taurina. El acto parece a muchos digno de palmoteo y corcheas, los aplausos estallan y la charanga rompe a tocar como una descosida. Joselito empieza con un cambio a muleta plegada, continúa con un pase natural bueno y tras otros muletazos moviditos arranca con un pinchazo casi a un tiempo, por acudir rápidamente el bicho. Luego el niño cita a recibir, resultando un pinchazo aplaudible, y luego de otros pasos encaminados a aliñar, una estocada caída. El diestro salió del embroque con un pase de molinete, rodó sin puntilla la fiera y estalló una ovación en honor del héroe que tuvo que dar la vuelta al ruedo. Ambos hermanos salieron a hombros por la puerta grande».

Algunas crónicas

El Mundo: «En Sevilla también llovía. La sorprendente noticia de la alternativa de Gallito congregó a algunos gallistas, «incondicionales partidarios de los Gómez», pero los huecos en los tendidos fueron muy grandes, tanto que no ni un solo corresponsal omitió esta circunstancia en sus crónicas telegráficas. Eran las cuatro. El paseíllo se recibe con ovaciones. El toreo en comandita de los Gallos con el capote y banderillas provoca encendidos aplausos, llegando a la plenitud emocional con la cesión y traspaso de trastos en la ceremonia del doctorado. Los toros pertenecían a la ganadería de Moreno Santamaría y los más apañados de «cuerna», «monadas» para otros, cayeron en los lotes de ambos. Pazos fue el convidado de piedra, el aguerrido diestro que quedó eclipsado por el momento, arrinconado en el simbolismo, colocado fuera del objetivo y casi olvidado por las anónimas corresponsalías telegráficas». En El Imparcial: «El Gallo grande toreó a favor de obra. Su faena fue quizá la mejor de su faena torera; sin duda la más cabal que ha toreado aquí, puesto que le puso un volapié en el lado contrario, atracando el chiquillo a matar con una fe muy pocas veces empleada. La ovación fue estruendosa, reclamando los espectadores que se le otorgara la oreja… y más cuando Joselito se acerca a su hermano y padrino Rafael y le devuelve los trastos de la alternativa, porque el Divino Calvo, que así se le conocía en el mundo del toro, le abraza y le besa».

Sería la primera de las 681 que torearía a lo largo de su vida y antes de su muerte en Talavera de Reina, el 16 de mayo de 1920.

(*) Nota: Curiosamente mañana 8 de abril se cumplen 57 años de la muerte de Juan Belmonte, el otro genio de la Edad de Oro de la Tauromaquia española.