Desde el año 1917, que estuvo en París becado por el Gobierno español estudiando la situación del Ejército francés y las conferencias que fue pronunciando antes de pasarse al bando republicano, ya se sabía que si algún día se proclamaba la República, Manuel Azaña sería el ministro de la Guerra. Y así fue. La misma noche del 14 de abril fue publicado el decreto por el que se le nombraba. Como puede comprobarse en los decretos que esa misma noche firmó el presidente Alcalá Zamora.

Presidente de la República

Decreto de Alcalá Zamora nombrándose presidente de la República: «El Gobierno provisional de la República ha tomado el Poder sin tramitación y sin resistencia ni oposición protocolaria alguna; es el pueblo quien le ha elevado a la posición en que se halla, y es él quien en toda España le rinde acatamiento e inviste de autoridad. En su virtud, el presidente del Gobierno provisional de la República asume desde este momento la jefatura del Estado con el asentimiento expreso de las fuerzas políticas triunfantes y de la voluntad popular conocedora, antes de emitir su voto en las urnas, de la composición del Gobierno provisional.

Interpretando el deseo inequívoco de la Nación, el Comité de las fuerzas políticas coaligadas para la instauración del nuevo régimen, designa a D. Niceto Alcalá-Zamora y Torres para el cargo de Presidente del Gobierno provisional de la República.

Madrid, catorce de abril de mil novecientos treinta y uno».

Por el Comité, Alejandro Lerroux, Fernando de los Ríos, Manuel Azaña, Santiago Casares Quiroga, Miguel Maura, Alvaro de Albornoz, Francisco Largo Caballero. A continuación, el presidente fue nombrando a los distintos ministros del Gobierno, entre ellos a Azaña como ministro de la Guerra.

Ministro de la Guerra

Decreto nombrando ministro de la Guerra a Manuel Azaña: «Vengo en nombrar Ministro de la Guerra, denominación que se restablece para el del Ejército, a don Manuel Azaña Díaz. Dado en Madrid, a catorce de abril de mil novecientos treinta y uno. El presidente del Gobierno provisional de la República. Niceto Alcalá-Zamora y Torres». Pero esa misma noche, acompañado por el capitán Menéndez, se fue a tomar posesión del cargo al Palacio de Buenavista, sede del ministerio. Y el día 25 sacaba su primer decreto, el que comenzaba «la Trituración», ya que el decreto exigía juramento de fidelidad a la República.

Fidelidad a la República

Decreto de 22 de abril de 1931, relativo a promesa de fidelidad a la República por el Ejército: «La Revolución de Abril, que por voluntad del pueblo ha instaurado la República en España, extingue el juramento de obediencia y fidelidad que las fuerzas armadas de la Nación habían prestado a las instituciones hoy desaparecidas.

No se entiende, en modo alguno, que las fuerzas de mar y tierra del país estaban ligadas en virtud de aquel juramento por un vínculo de adhesión a una dinastía o una persona. La misión del Ejército, dice el artículo 2º de la Ley constitutiva, es sostener la independencia de la Patria. Esta doctrina, tan sencilla y tan clara, sobre la cual fundará la República su política militar, va a tener ahora un desarrollo completo y su perfección. El Ejército es nacional, así como la Nación no es patrimonio de una familia. La República es la Nación que se gobierna así misma. El Ejército es la Nación organizada para su propia defensa. Resulta, pues, evidente, que tan sólo en la República pueden llegar el Estado y sus servidores en armas a la identidad de propósitos, de estímulos y de disciplina, en que se sustenta la paz interior y en caso de agresión, la defensa eficaz de nuestro suelo. Al tender hoy la República a los Generales, Jefes y Oficiales de su Ejército, la fórmula de una promesa de fidelidad, de obediencia a sus Leyes, y de empeñar su honor en defenderla con las armas, les brinda la ocasión de manifestar libre y solemnemente los sentimientos».

Fue una bomba porque ello supuso la salida de todos los generales, jefes y oficiales que no simpatizaban con la República. Lo que a la larga sería un filón de anti-azañistas.

Era el comienzo de lo que años más tarde José María Gil Robles llamaría Decretos de la Trituración del Ejército porque a continuación vinieron los decretos de Azaña ya como ministro de la Guerra. Un ejército que estaba compuesto por 800 generales y para una tropa de 118.000 soldados había 21.000 jefes y oficiales. En la primera criba solo quedaron 80 generales.

Hubo otro decreto del 25 de mayo por el que se reorganiza la situación del ejército español, que eliminaba las Capitanías Generales y formaba 8 regiones.

La democratización

Azaña quería un ejército más moderno, profesional, eficaz y cívico, más republicano también. Por eso, uno de sus primeros decretos, de 22 de abril, obligó a los jefes y oficiales a prometer fidelidad a la República, con la fórmula: «Prometo por mi honor servir bien y fielmente a la República, obedecer sus leyes y defenderla con las armas».

Asimismo, en consonancia con la definición aconfesional del Estado, Azaña suprimió el Cuerpo Eclesiástico del Ejército constituido por los capellanes castrenses.