El Ilustre Colegio de Abogados de Córdoba es uno de los galardonados en los Premios Tomás de Aquino de la UCO de este año, «por su solidez institucional y especial interés en la formación de nuevos profesionales, colaborando permanentemente con la Universidad de Córdoba a través de la Escuela de Práctica Jurídica y de los distintos másteres en los que participa».

-¿Qué representa para la institución recibir esta distinción?

-Desde luego es una distinción que refuerza nuestros lazos de unión y colaboración. También supone el reconocimiento del ámbito universitario a los profesionales de la abogacía cordobesa, a su institución colegial, a su historia, a su trayectoria y a su realidad actual. Sin duda, una gran alegría para el colectivo que represento.

-El premio coincide con el 250 aniversario del Colegio. ¿Qué destacaría del papel que ha jugado la organización colegial a lo largo de su historia en Córdoba?

-La historia de la institución colegial en su cuarto de milenio de existencia está íntimamente relacionada con la historia de España y con la vida de la ciudad de Córdoba. Las razones que movieron a los abogados cordobeses a crear una corporación profesional propia en 1769 siguen hoy plenamente vigentes: ordenar la profesión, ofrecer garantías en los conocimientos legales de los abogados y gestionar la justicia de los pobres.

-La colaboración del Colegio con la UCO es continua a través de la Escuela de Práctica Jurídica y de distintos másteres. ¿Cuáles son las claves de una colaboración tan productiva?

-Siempre había existido una especial buena sintonía con la Universidad de Córdoba. De hecho, el Colegio fue uno de los impulsores de la primera Facultad de Derecho de Córdoba. A partir de la creación de la Escuela la relación ha sido estrecha, constante y muy buena. Después llegó la Ley de Acceso a la profesión que obligó a realizar un máster de habilitación profesional como un requisito más para el ejercicio de la abogacía y comienza el Máster de Abogacía que se imparte entre la Escuela de Práctica Jurídica del Colegio de Abogados y la UCO con notable éxito. Además, son constantes los cursos y colaboraciones recíprocas. La clave de este éxito debe encuadrarse en la necesidad especialización y de formación continua de los profesionales y en la colaboración entre las instituciones que se coordinan para que el contenido sea eminentemente práctico pero con un contenido teórico metódico que siempre es necesario. En mi opinión, para mejorar lo único que deberíamos de vencer es la grave carga burocrática que llevan todo este tipo de tramitación de cursos. Algo deberíamos de conseguir.

-¿Cuáles son, en su opinión, los retos que debe asumir la profesión?

-Actualmente, el principal reto es su modernización, la asunción de las nuevas tecnologías, la especialización y la formación continua. Estamos en unos tiempos en que la idea tradicional del despacho está cambiando, los despachos deben de gestionarse con mentalidad de pequeña o mediana empresa y, lógicamente, la competencia debe de espolearnos para ofrecer mejor servicio a los ciudadanos. El tren de la modernización y reciclaje de los despachos no podemos perderlo, y el que no se suba lo pierde.

-¿Y el Colegio? ¿Cuáles son sus objetivos?

-Pues precisamente poder ofrecer los servicios a los colegiados para que puedan subirse a ese tren. Lo fundamental es la formación de los profesionales y que el Colegio siga prestando esos los servicios tecnológicos, cada vez con más agilidad, para que los abogados puedan utilizar esas herramientas en su ejercicio y ello redunde en un mejor servicio a los ciudadanos.