Ganado: seis toros de José Escolar, de desiguales hechuras y volúmenes y de juego también dispar: complicados y orientados primero y quinto, descastado el cuarto y nobles y manejables los otros tres, con muchas opciones de triunfo.

Fernando Robleño: pinchazo y estocada desprendida (silencio); estocada delantera desprendida (silencio).

Javier Castaño: estocada trasera contraria (oreja); estocada honda desprendida (silencio).

Pepe Moral: pinchazo y estocada honda desprendida (ovación); pinchazo y estocada delantera (ovación).

Plaza: quinto festejo de abono de la feria de San Fermín, con lleno en los tendidos (19.000 espectadores, aproximadamente) en tarde agradable

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El diestro salmantino Javier Castaño cortó el único trofeo, y aun así de escaso peso, de la corrida de José Escolar lidiada ayer en Pamplona, en la que salieron al ruedo pamplonés, al menos, tres toros con mayores opciones de triunfo. Aunque entre los cárdenos abulenses los hubo de muy distintas hechuras y carácter, los más en tipo y de hechuras más armónicas del sexteto fueron también los que más y mejor comportamiento mostraron ante los engaños.

Y más en concreto, tres de elllos: segundo, tercero y sexto, que embistieron con una dúctil nobleza que no llegó a ser aprovechada por sus matadores, ni siquiera en la faena premiada.

No fue el caso de Fernando Robleño, al que correspondieron dos toros de lucimiento casi imposible, tanto por el sentido y la falta de entrega del primero de la tarde como por la nula casta del deslucido cuarto. El diestro madrileño intentó buscarle las vueltas a uno, sin demasiada convicción y tampoco sin resultados, y le puso empeño y fibra al otro, el oros de la merienda, hasta que el voluminoso ejemplar de Escolar empezó a topar más que a embestir.

También fue complicado el cornipaso quinto, que después de que se lucieran los banderilleros, se orientó mucho más ante la patente desconfianza con que lo trasteó Castaño. En cambio, al salmantino le cupo en suerte un segundo suelto de carnes con el que, en ese mismo aire, tardó demasiado en asentarse, pero que agradeció el mando que su matador acertó a aplicarle muy al final de la faena, cuando apenas quedaba ya nada que rascar. Pero fue entonces cuando se vio la auténtica condición del albaserrada, apenas intuida durante un trasteo opaco y con demasiados altibajos que si fue premiado con ese barato y amable trofeo fue a causa únicamente del efecto fulminante de la estocada que lo remató.

El lote más completo y de mayores opciones fue el de Pepe Moral, con dos toros de clara nobleza que solo pedían como respuesta una entrega, un ajuste y un temple mucho mayores que los que aplicó el sevillano, que solo lo vio claro muy al final de sus intrascendentes trasteos.