Ganado: toros de El Pilar, bien presentados, noblotes pero sin raza. El menos malo, el cuarto.

Antonio Ferrera: pinchazo y media (pitos); estocada y dos descabellos (oreja tras aviso).

Sebastián Castella: pinchazo hondo y descabello (silencio); estocada (oreja).

Jesús Martínez ‘Morenito de Aranda’: tres pinchazos (silencio); dos pinchazos y descabello (silencio tras aviso).

Los diestros Antonio Ferrera y el francés Sebastián Castella cortaron una oreja cada uno en la primera de la feria de San Pedro y San Pablo de Burgos, un espectáculo condicionado por la falta de raza y fondo de los toros de El Pilar. Ferrera se las vio en primer lugar con un toro manso y en el límite de las fuerzas que, tras protagonizar un discreto tercio de varas, le costó emplearse en el último tercio, al paso, sin humillar y quedándose corto. El mallorquín anduvo en labores de enfermero en una faena breve y de poco contenido.

El cuarto también anduvo con el límite de todo, pero al menos tuvo más calidad en sus cortas y dormidas embestidas, lo que aprovechó Ferrera para inventarse una faena de inspiración y sello propio, en la que fue haciendo poco a poco al animal hasta acabar pegándole pases muy toreros sobre ambas manos. Especialmente intenso fue el epílogo por naturales. Aaunque faltó contundencia con los aceros, cortó una oreja.

Al primero de Castella le faltó sobre todo raza, pues le costaba ir hacia adelante, de muy corto viaje y punteando, además, los engaños del francés, que anduvo técnicamente impecable, haciendo todo lo que necesitaba el animal, que a la mínima que se vio exigido se defendió más y con peor estilo. Así y todo hubo algún pasaje al natural de buena firma, mas fue insuficiente para que la faena tomara el vuelo deseado.

El quinto duró muy poco, pero lo suficiente para que Castella, que pasó algún que otro apuro con el capote, lo toreara con largura y suavidad por el derecho en las pocas arrancadas que tuvo el animal, que pronto se rajó, lo que obligó al francés a meterse entre los pitones para terminar de argumentar un trasteo rubricado a la primera con la espada y premiado con una oreja.

Morenito puso toda la carne en el asador con su primero, al que recibió a portagayola, toreó con cierta cadencia a la verónica e inició faena con las dos rodillas en tierra. Pero la falta de raza, fuerzas y fondo del de El Pilar hizo que aquello fuera muy a menos. No quiso el toro y el torero acabó también por dar su brazo a torcer antes de atascarse con los aceros. El sexto fue toro complicado de verdad, y Morenito anduvo entregado en una labor de poco eco en los tendidos.