Ganado: Toros de Soto de la Fuente reglamentariamente despuntados y de buen juego en los primeros compases de la lidia perdiendo fuelle en el último tercio. El sexto fue aplaudido en el arrastre.

Rui Fernándes: metisaca y rejón (petición de oreja insuficiente), rejón fallido y rejón trasero (oreja) y rejón perpendicular (oreja).

Diego Ventura: rejón contundente ( dos orejas), pinchazo y rejón (silencio) y dos pinchazos y pie a tierra un descabello ( dos orejas).

Quizás no fuera un viernes laborable el día idóneo para anunciar un festejo taurino. Sus motivos tendría la empresa para no esperar al sábado o incluso al domingo. Sea por lo que fuere, el caso es que a esta adversidad laboral hay que sumar la caída del cartel de Andrés Romero por causa más que justificada. La tarde, pues, quedó en un mano a mano entre dos estilos muy distintos de concebir el toreo a caballo.

Por actitud, alegría y aciertos se llevó la palma Diego Ventura, que sabe, con su toreo fresco y espectacular, conectar con el público y volver las lanzas cañas. Su actuación de ayer, sin ser rotunda, sí fue acertada en todos sus aspectos. Se puede decir que, hasta la salida del sexto toro, Ventura estaba toreando sin despeinarse. Pero en este toro, el de más peso del encierro y al que supo extraerle lo poquito que llevaba dentro, sacó a relucir toda su artillería y su labor fue apoteósica. Tanto en los rejones de castigo, clavando al estribo y en banderillas con sus cites, con el pecho del caballo, para clavar al quiebro, logró las mayores ovaciones de la tarde. Pero el número especial llegó cuando le quitó al caballo el cabezal y, llevándolo con la cintura, clavó dos espectaculares pares de banderillas a dos manos que pusieron la plaza a hervir. Continuaron unas cortas colocadas al violín en una perra gorda y dos más ( que quizás sobraron) antes de precipitarse con el rejón de muerte.

Quizás pensó que el animal se le iba a echar y por eso no calibró bien la distancia ni el terreno. Necesitó de dos agresiones y, echando pie a tierra, acabó con el animal de un certero descabello. La plaza se nubló de pañuelos blancos en un apoteosis sin final. El presidente concedió dos orejas y el respetable, embriagado por el delirio que había vivido, pidió insistentemente el rabo. Pero ya estaba dictada la sentencia.

En sus dos toros anteriores, del mismo corte como toda la corrida, mientras pudo se lució con banderillas largas y cortas, y en los quiebros muy ajustados consintiéndole mucho al toro. En su segundo colocó tres cortas a toro parado de gran vistosidad. Cosa que ya había realizado en su primer enemigo, en un carrusel interminable para colocar los garapullos en un sitio inverosímil. En este toro, además de torearlo de costadillo, lo citó con el caballo rodilla en tierra. Fueron unos efectos muy agradecidos por el público. Ventura clavó siempre al estribo.

Rui Fernández abría el cartel y la verdad es que pelearse con un león como Ventura permite pocos miramientos. Es buen caballista y su larga experiencia hace que consiga complicidad con los tendidos a base de muchas miradas y brindis con los palos en los cites. Su primer astado ya reflejó lo que sería el resto del encierro: toros de fuelle suficiente en los primeros tercios y venidos abajo en el último.

Toreó de costadillo y, tras algunas certeras colocaciones de banderillas al quiebro, sumó algunos desaciertos que hicieron que el presidente no atendiera la petición, que a la postre fue insuficiente. En su segundo consiguió una oreja a pesar de varias pasadas en falso en los quiebros. Sumaron más los aciertos que las colocaciones de garapullos a la grupa. Y la segunda oreja la cortó al quinto toro tras una labor que tampoco consiguió levantar vuelo, con muchas vueltas alrededor del toro para provocar su embestida. En este tuvo que cambiar al animal en pleno proceso de colocar banderillas cortas, al hacer el babieca un renuncio. En general, su actuación no fue decepcionante, muy al contrario, capeó el vendaval Ventura como mejor pudo. Y otro gallo hubiera cantado de no tener enfrente a este figurón del toreo a caballo que lo eclipsó todo.