El calor de un hogar. Generar un vínculo familiar. Sentir y transmitir el afecto que cualquier persona necesita. Y si hablamos de niños y adolescentes que esperan como agua de mayo una mano tendida para crecer en un entorno adecuado, aún más importante contar con apoyo en el día a día. En eso consiste el acogimiento familiar, una labor solidaria con la que muchos tienen la opción de compartir felicidad ofreciendo un hogar seguro a los menores privados del calor familiar.

Eudora y Bernardo son un matrimonio hispanocolombiano residente en Lucena que, después de más de treinta años casados y de haber sido padres de tres hijos biológicos se han decidido a dar el paso y convertirse en un ejemplo testimonial sobre la maravillosa experiencia que les supone haberse convertido, desde hace más de un año, en padres de acogida para dos menores. Concretamente, una adolescente de trece años y un bebé de apenas un año de vida.

Eudora, que dejó su puesto de trabajo voluntariamente para poder cuidar de los pequeños, transmite con su tono de voz cercano y amigable ser todo corazón. «Somos una familia normal como tantas otras», asegura. Les hace especiales haber sido capaces de transmitir «mucho amor» a sus hijos biológicos. Años después, ya mayores, «nació en mi marido -peón de campo- y en mí el gran deseo de ayudar a otros dándoles un ejemplo de amor y dedicación, todo lo que tenemos», explica Eudora sincera. El objetivo que se han marcado a la hora de acoger es que los niños que reciban en casa sean el día de mañana como los hijos biológicos de Eudora y Bernardo, a los que han educado para encarar con seguridad el futuro.

Puede leerse el mensaje de una forma fácil y comprensible aunque conocer las vivencias de cada jornada es lo que conmueve y toca la fibra. El bebé, que llegó en malas condiciones a casa, está con sus padres de acogida desde hace ocho meses y ya se ha recuperado gracias al cariño, al afecto y a las palabras de aliento que ha escuchado desde que llegó. «Cada instante vivido con él es una experiencia maravillosa que bien podría valer para otras familias», afirma Eudora.

La chica adolescente, a sus trece años, ha conocido la disciplina con ellos, ha comprendido el significado de la obediencia y respeta las decisiones que se toman en su enotorno de acogida. Y por si esto fuese poco, conoce como cualquier chica de su edad la alegría la paz y la verdadera protección que ofrecen unos padres como Eudora y Bernardo. «Cada palabra que nos dice es una enorme satisfacción para nosotros porque vemos que estamos haciendo algo positivo para ella», comenta la madre de acogida, que presume de vivir en un lugar «tan bonito» como Lucena.

La pregunta que más deseaba hacer a la protagonista de esta historia, tan cómplice y cercana, es cómo se podría conseguir que creciera el número de familias que se inclinan por ser padres de acogida. Su respuesta no podía ser más rotunda. «Hay que dar el paso, vivimos en una sociedad que quiere ayudar a los demás y sentirse útil, pero que nunca da el paso».

La labor de convencimiento a través de las campañas de asociaciones como AVAS (Asociación de Voluntarios de Acción Social) es importante, aunque falta el complemento restante, encontrar más familias que digan «sí» a acoger a niños con problemas que realmente están deseando encontrar ese calor de hogar que merecen y que, por distintas circunstancias, se les ha negado.

En este reparto de responsabilidades, AVAS juega un papel imprescindible, al ser una entidad de integración familiar con cerca de veinte años de experiencia que desarrolla su trabajo en toda la provincia y que cuenta con un equipo de profesionales que apoyan a las familias antes, durante y después del acogimiento. Al otro lado están los núcleos familiares aunque queda claro que tener un hogar es un verdadero regalo para los pequeños.