El cardenal George Pell, de 76 años, presidente del ministerio de Economía y Hacienda de la Santa Sede, será procesado a partir del próximo 18 de julio en Australia por abusos sexuales a menores y encubrimiento de abusos de otros clérigos, supuestamente realizados cuando era sacerdote y obispo en su país. El Vaticano ha dado al caso una oficialidad como no había hecho nunca antes.

El procesamiento constituye la formalización final de unas investigaciones que seguían adelante desde hace cuatro años, dos de ellos directamente sobre el eclesiástico, quien desde el principio renunció a su inmunidad diplomática y aceptó ser interrogado por videoconferencia desde Australia y el pasado año directamente en Roma.

«Soy inocente, las acusaciones son falsas y considero la idea misma de abuso sexual como un crímen horrible», dijo el cardenal en una rueda de prensa convocada a las 8.30 de la mañana de ayer, una hora en la que habitualmente la sala de prensa de la Santa Sede está cerrada. No hubo posibilidad de hacer preguntas al cardenal, que recientemente había declarado a una televisión australiana: «No he abusado sexualmente de nadie, en ningún lugar, en ningún momento de mi vida, las acusaciones son totalmente falsas y equivocadas». «El cardenal desprecia a los niños víctimas de abusos sexuales a manos de curas pederastas», había rebatido en el programa televisivo australiano 60 Minutes Peter Sanders, consejero de Francisco en la comisión creada para la protección de menores.

VARIOS QUERELLANTES / El subcomisario de Victoria, Shane Paton, se limitó a puntualizar ayer que las acusaciones habían sido presentadas por «varios querellantes» y que las investigaciones se referían a presuntos delitos cometidos en los años 70 en Ballarat, ciudad donde Pell nació y ejerció como sacerdote.

La policía australiana no ilustró el contenido de las querellas y solo la prensa del país relató que se trataría de supuestos abusos del cardenal a tres menores, actualmente de edades en torno a los 40 años, en una piscina pública. Por lo que se refiere al supuesto encubrimiento, en los cuatro interrogatorios realizados por la Royal Commission a través de videoconferencias, Pell admitió, frente a varios casos concretos sobre los que era preguntado, que «con la experiencia de 40 años después, habría tenido que haber hecho más».

Como había sucedido en Irlanda, Bélgica, EEUU y otros países, Pell se había limitado a cambiar de parroquia a los sacerdotes acusados y cuando se trataba de colegios religiosos de los que le informaban que algún sacerdote «se comporta mal», lo comunicaba a los responsables del centro, sin seguir después los casos. Como el del cura Gerald Ridsdale, acusado y condenado por abusar de más de 54 niños, en un país donde las comisiones oficiales han registrado alrededor de un 7% de curas pederastas en aquellos años.

La notícia abre una crisis inédita en el Vaticano. El procesamiento de Pell no solo afecta a la instancia económica más alta de la institución, sino también a las reformas radicales del Vaticano, que nueve cardenales -Pell entre ellos- están elaborando junto con el papa Francisco desde hace tres años.