No deja de sorprenderme tras más de tres décadas en este oficio cuando en los discursos de los políticos (ya sea a militantes del partido, en las ruedas de prensa y hasta en la más modesta intervención para la inauguración oficial de una papelera, que cosas así he visto) sin venir a cuento y con argumentos traídos por los pelos, el cargo político o institucional consigue colgar un piropo a su jefe.

Y les aseguro que es una habilidad que admiro de los políticos. ¿Cómo puede ser que bien se inaugure un escáner en el hospital, una alcantarilla en un polígono industrial, se suelte un gato montés en La Sierra o se reabra al peatón una acera se consiga encontrar un argumento para elogiar al líder nacional o regional del partido y luego seguir hablando tan ancho? Así, sin venir a cuento. Que no digo que esté bien ni mal, porque cada uno puede elogiar a quien quiera. Lo que pasa es que para todo hay ocasiones.

De hecho, insisto, envidio profundamente a los políticos esa capacidad y agilidad mental para ligar argumentos, abrir una especie de paréntesis haciéndole la correspondiente pelota al líder, a la que yo llamo el saludo al jefe, y seguir hablando de la idea original como si tal cosa.

Una lástima que ustedes no se den cuenta de estos saludos al jefe porque los periodistas generalmente o cortamos las imágenes o no reflejamos en papel este tributo al superior que es casi general en las formaciones políticas. No por nada, sino porque generalmente nunca es noticia que uno de un partido esté de acuerdo con un argumento... de su propio partido. Coincidirán conmigo que la noticia sería si de pronto un cargo saliera despotricando de su presidente o secretario y echando espuma por la boca contra su liderazgo. Eso sí tendría un titular seguro.

Y es algo que pienso en consonancia con la línea editorial de este periódico e intentando seguir el espíritu que quiere imprimir a estas páginas mi director, Francisco Luis Córdoba. Que es una verdad como un templo (ni lo duden) pero… ¿A que queda raro, forzado, fuera de contexto, chirriante y ridículamente pelota cuando lo dice un trabajador, cuando se expresa así un ciudadano normal, fuera de ese mundo de la política cada vez más distanciado en sus palabras y sus modos de la gente?

¡Ea! ¡Pues a eso me refería!