La investigación científico-técnica (ICT) ha sido, es y será la plataforma para afrontar los retos de la Humanidad tales como la sanidad universal, la seguridad, las pandemias, el envejecimiento de la población, el cambio climático, la asequibilidad universal de energía, agua y alimentos, entre otros como una educación eficiente para toda la población.

En la actualidad la ICT se encuentra en muchas encrucijadas u opciones entre los que tiene que optar: financiación pública o privada, uso difuso o claro del termino innovación, verdadera innovación versus innovación aparente, publicación de los resultados versus su utilidad, transparencia versus opacidad, trabajo aislado versus interdisciplinaridad, con o sin compromiso social expreso y una evaluación convencional versus otra más flexible e integral.

De todas estas encrucijadas, este artículo trata de una de ellas: la que se refiere a lo que debe ser el motor de la ICT: los artículos, libros, etc., o su utilidad verdadera para contribuir a problemas económico-sociales sin resolver. Ambos están en los platillos de la balanza de la orientación de la ICT, actualmente descompensada debido a la deformación de la importancia de las publicaciones en la errónea evaluación de científicos, grupos, centros, etc.

¿Puede el excesivo interés por la producción científica deformar la verdadera orientación que debe tener la investigación? Un prestigioso profesor de Medicina de Harward se planteó en 2016 la inutilidad de la mayoría de las publicaciones en la investigación clínica. El autor de este artículo también la ha constatado en química analítica en 2017. El aserto «publica o perece» se ha convertido, lamentablemente, en el lema subliminar de la ICT sin considerar seriamente la utilidad económico-social de la misma; solo interesa engrosar con números los CVs para promociones personales, los informes de grupos o centros, etc., con las obvias excepciones. Las dianas económico-sociales a corto, medio y largo plazo de la ICT son olvidadas sistemáticamente.

La propuesta de favorecer la utilidad de la ICT no es no es incompatible con la investigación básica innovadora de calidad que mira a los objetivos a medio y largo plazo como las aportaciones de Leonardo o Einstein. Este tipo de investigación, que huye de las repeticiones del mismo tema como en el ámbito musical, debe tener riesgo de no alcanzar el éxito.

Otro factor que ha alterado significativamente la balanza de la ICT hacia la publicación ha sido el extraordinario negocio de las editoriales científicas ratificado en numerosas publicaciones incluso en periódicos como The Guardian (UK) en el que Burannyi en junio de 2017 se preguntaba en el título duro ‘Is the staggeringly business of scientific publishing bad for science?’ porque la respuesta es un sí contundente. Los científicos de a pie son los paganos y los demás involucrados (ej. editorial, administradores, editores...) son los que ganan una gran cantidad de dólares o euros.

Los autores para publicar artículos deben pagar en algunos casos y también pagar un extra sustancioso para que el artículo sea asequible en la web; además los científicos trabajamos gratis al actuar como evaluadores (referees) de artículos. La presión para corregir es tremenda y además, la frecuencia es insoportable (ej. el que subscribe recibe una media de 3,2 artículos por semana para censar a pesar de estar jubilado). El rechazo a actuar como revisor es pues muy frecuente... Para solicitar on-line un artículo o un capítulo de libro deben pagarse cantidades injustificadas por lo que las editoriales potentes como Elsevier han logrado judicialmente cerrar páginas web de apoyo a los investigadores (ej. Sci-Hub) que ofrecían descargas gratis de artículos. Estas se vuelven a abrir en otro sitio web como en un juego del gato y el ratón. Personalmente pago donaciones al año para asegurar la apertura de estas páginas así como para que se mantenga la independencia de la Wikipedia, ahora en crisis. Este alucinante negocio ha propiciado la aparición de cientos de nuevas revistas on-line en la que casi no hay control de calidad, se publican los artículos en uno o dos meses pero deben pagarse cantidades superiores a mil euros. Concretamente, en Nanotecnología han aparecido 47 revistas on-line desde 2005 con títulos rebuscados para que no haya coincidencias.

Es obvia la necesidad urgente de un cambio de rumbo de la ICT, que lamentablemente ha perdido diez años caminando en una dirección equivocada. No será fácil erradicar a los «depredadores» o «piratas», como los denomina Pablo Artal, ya que la economía es lo que mueve el mundo. La Ciencia no puede depender de transacciones comerciales. Es necesario buscar un equilibrio ponderado, razonable, flexible y adecuado en cada caso de la balanza de los dos platillos de producción científica y utilidad económico-social, actualmente deformada hacia el platillo de la publicación.

Son dos los resortes que deben cambiar drásticamente para lograr una ICT básica y aplicada que sean eficientes. El primero de ellos es la evaluación científica que es un elemento orientador esencial de la ICT (la zanahoria y el burro); si sigue regida por el empleo de números, el problema se convertirá en un cáncer, como dice Artal, por la proliferación de artículos, revistas, libros, etc. El segundo factor es la generosidad y seriedad de las editoriales científicas que deben apoyar la calidad científico-técnica antes que la obtención de más y más beneficios. Estos beneficios deben compartirlos con los científicos sin los cuales las editoriales no existirían. Nos hemos dejado comer el terreno y un una diana de negocio. Lamentable.

* Profesor jubilado de Universidad