Toda protección de menores siempre nos parece poca. Y todos conocemos los abusos siniestros a los más vulnerables cometidos, ya sea por famosos, mafias, estructuras o familias enfermas. La Iglesia Católica no es ajena a esta perversidad, y celebra estos días una cumbre mundial sin precedentes, que reúne en Roma al Papa con los presidentes de las 114 Conferencias Episcopales de todo el mundo más los superiores de las congregaciones religiosas y miembros de la curia romana. Sin duda, un encuentro que dejará huella, convocado como «un fuerte acto de responsabilidad pastoral ante un desafío urgente de nuestro tiempo» según Francisco.

La petición de perdón, tan reiterada por el Obispo de Roma, ante los abusos sexuales de clérigos, no ha sido una cuestión aislada ni puntual, sino que va siendo acompañada de gestos que acreditan la preocupación real del Vaticano por extirpar este mal de su seno. Así, después de que hace unos días la Santa Sede expulsara con carácter definitivo, aunque no es el primero, al cardenal norteamericano Theodore McCarrick, acusado de violar al menos a un adolescente hace casi medio siglo, se celebra este encuentro sobre La protección de los menores en la Iglesia, precedido de grupos de trabajo y también de una reciente reunión con un grupo de doce personas, hombres y mujeres de diferentes partes del mundo y pertenecientes a diversas organizaciones, como representantes de víctimas de abusos por parte de miembros del clero. En la misma línea como muestra de este compromiso, el Obispado de Astorga ha puesto en marcha la primera Delegación para prevenir abusos a menores y apoyar a las víctimas.

Todo el encuentro está girando en torno a la responsabilidad, la rendición de cuentas y la transparencia. La Iglesia da un paso adelante, para tomar conciencia del drama y del sufrimiento de las víctimas del abuso sexual de menores por parte de clérigos, suscitando así, un fuerte sentido de responsabilidad por parte de toda la comunidad eclesial. El Papa quiere que exista escucha de las víctimas y responsabilidad. Una colaboración con las autoridades civiles y judiciales, además de protocolos preventivos que eviten y detecten estas situaciones, con responsables directos de su aplicación, que acompañen los procesos y depuren responsabilidades.

Ello presupone transparencia sobre las tareas, procedimientos y modos en los que han de llevarse a la práctica. La Iglesia trata así de ser fiel a su misión, de recuperar la credibilidad y la disposición de la gente, frente a muchas décadas de silencio y ocultamiento. Muestra su rostro más humano y vulnerable, pero también su compromiso con las víctimas y su convicción de erradicar de forma clara estas situaciones inadmisibles que tanto sufrimiento han creado.

* Abogado y mediador