Pasado ya el primer envite electoral, los partidos se reinstalan entre sonrisas y lágrimas -según les haya ido la feria- en los nuevos posicionamientos para afrontar el segundo, y es esta una tarea que han de hacer con rapidez y diligencia. El calendario político, con apenas un mes de diferencia entre ambas citas con las urnas, no deja esta vez margen al PSOE para saborear su inapelable victoria ni al PP para lamerse las heridas por su hundimiento, ni a las demás formaciones en liza para repensarse con qué pareja darán unos pasitos en la gran sala de baile que es el escenario postelectoral de este país, aunque nadie iniciará la danza hasta el 27 de mayo. Tampoco a los periodistas se les concederá la menor tregua en esta larguísima campaña que no parece tener comienzo ni fin, pues los ecos de los comicios municipales y europeos llegarán como mínimo hasta las vacaciones de verano.

Pero no todo es política, y en Córdoba se nos presenta la mejor de las ocasiones para evidenciarlo. Llegó mayo con sus flores, sus colores y sus calores. Y aunque como suele ser habitual por estos pagos habrá que compartir la fiesta con mítines y rifirrafes ideológicos, la densa oferta lúdico-cultural de este mes será un respiro frente a peleas entre siglas y malos rollos. Precedidas por la romería de Santo Domingo y la Cata del Vino, que ha puesto un exitoso prólogo báquico a la cosa -parece que los jóvenes por fin se han apuntado a los caldos de la provincia, si bien prefieren la modalidad afrutada al fino de siempre-, tenemos por delante un intenso fin de semana de diversión y copas en torno a las cruces. Y, no es por aguar la fiesta, pero cabe esperar que haya más de lo primero que de lo segundo, o por lo menos que se sepa beber con moderación y -percatándose previamente de si hay algún urinario próximo-, no se fastidie al vecindario con excesiva animación a deshora y residuos desagradables a la mañana siguiente. Porque a veces se olvida que las cruces de mayo, aunque no sean invento exclusivo de Córdoba, son digna cultura popular enraizada en nuestras tradiciones, como explica con gracia y poesía Francisco Solano Márquez, maestro de periodistas y escritor, en el libro Las cruces de mayo. Entre flores y copas, editado por la Fundación Bodegas Campos, que fue presentado ayer en la sede de la Fundación Cajasol. El mismo lugar, cada vez más abierto a la sociedad cordobesa, donde la tarde anterior clausuraba la Real Academia un nuevo ciclo sobre nuestro legado histórico, en este caso el judío, que luego adoptará forma de volumen, como ya ocurriera con las dos ediciones anteriores, centradas en el mundo romano y el islámico.

Los placeres bulliciosos del mayo que pronto se consagrará a los patios, ese único y extraordinario patrimonio cordobés y de la humanidad cada vez más compartido, no están reñidos con los desahogos del espíritu. Así, mientras continúa la posibilidad de sumergirse en las sugerentes imágenes que se multiplican por la ciudad en torno a la Bienal de Fotografía, los pintores Manolo Fuertes y Pepe Garfia han llenado el Círculo de la Amistad de lienzos alegres en los que se oye cantar a la naturaleza desde la costa al interior, en un viaje de ida y vuelta De Córdoba a Málaga. Y las iglesias fernandinas, con cuya ruta el Cabildo ha sabido conjugar de nuevo, como en la Mezquita-Catedral, la religión con el reclamo turístico, ofrecerán hasta final de junio diez conciertos gratuitos de música clásica a cargo de la Orquesta y el Coro del primer templo. Hay que estar muy atentos al curso de la política, en el que todos nos jugamos los cuartos, pero nada nos impide exprimir al mismo tiempo el mayo cordobés.