España es un auténtico caos en estos momentos. Los lamentables acontecimientos de la semana del 18 al 24 de mayo del annus horribilis 2020 han venido a confirmar que la nación está sobre las arenas movedizas del engaño, de la fullería, de la incoherencia, de que el fin justifica los medios, del que todo vale con una sociedad desgarrada moral y físicamente por una durísima pandemia, de la que tardaremos en reponernos.

El fondo de la grave situación no son más que las ansias de poder absoluto de los líderes políticos que nos han tocado ahora y que no llegan a la suela del zapato de los que gestionaron la Transición como Santiago Carrillo, Adolfo Suárez, Felipe González, Jordi Solé Tura, Gregorio Peces Barba, etcétera. Su sueño es llegar a ser presidentes de la República con plenos poderes como está establecido en Francia y Venezuela, por ejemplo. No como en algunos países, por ejemplo, Alemania e Italia, en los que el presidente tiene limitados sus poderes. La aparición de Felipe VI en los telediarios ha disminuido considerablemente en los últimos meses. Hay que tomar nota.

No hay otra ideología imperante que el poder por el poder, salvo honrosas excepciones. La confrontación de derechas e izquierdas está en vías de quedar obsoleta. Si quitáramos los clichés tienen mucho fondo en común pero expresado de diferente manera. El crepúsculo de las ideologías lo anunciaba en su libro Fernández de la Mora, un franquista de pro hace más de medio siglo. Es el caldo de cultivo ideal para las dictaduras.

Pablo Iglesias ha sido un dictador nato dentro de Podemos, que ha ido cambiando los mandatos de la secretaria general de la formación política desde los lógicos 4 años renovables a 8 años primero y desde hace tres días, sin caducidad como un dios. Este es el perfil de un ‘demócrata’. La limitación de sueldo de este cargo ha pasado de como máximo tres salarios mínimos interprofesionales (que no está nada mal) a eliminar cualquier reducción, faltaría más ahora que ya es de la casta con casoplón incluido.

Todo el comportamiento errático del presidente Sánchez se debe a que no quiere ceder el poder por nada del mundo y está dispuesto a todo, hasta de perder la dignidad. Ya pactó un gobierno de coalición en 48 horas con los que «no podría dormir si los tuviera como socios» hacía dos meses, ya engañó al decir que la gobernabilidad de España no puede depender de partidos independentistas ni con radicales que no renuncian a ETA, hizo de trilero al negociar a varias bandas la aprobación de la prórroga del estado de alarma, firmando un acuerdo con Bildu y Podemos para derogar completamente la reforma laboral, engañando a todos, incluyendo algunos ministros socialistas de su Gobierno. Ante tal desastre, dio instrucciones a los suyos de culpar al PP de deslealtad por su falta de apoyo, cuando nunca ha querido conspirar para ir ‘todos a una’ ante la gravedad de la pandemia, dando juego en su momento a la oposición, como ocurrió en Portugal. En su homilía del sábado 23 de mayo ha reflejado que había metido la pata, no reconociéndolo explícitamente, sino anunciando medidas populistas.

¿No hay nadie en el PSOE que le explique que su líder debe irradiar honestidad, coherencia y confianza? ¿Nadie valora como muy peligrosa la senda de Sánchez trazada por Redondo y Tezanos solo para conservar el poder? ¿Qué va a ser del PSOE en el futuro? Los españoles necesitamos un partido moderado de izquierdas que tenga credibilidad y genere confianza y que no esté manipulado por extremistas bolivarianos.

Es muy duro para los ciudadanos ver a sus políticos en el Congreso usar la pandemia como arma arrojadiza y ambiente propicio para otros fines como la «mesa de partits», indulto a los políticos presos, derogación de la reforma laboral, escraches a políticos, amenazas de concluir la legislatura apenas comenzada, etcétera. Lamentable espectáculo que está muy lejos de evitarse dado el talante de los que nos gobiernan. Nos esperan meses y años muy duros.

* Profesor jubilado de la UCO