Qué pesadas, de verdad, otra vez con el feminismo. Otra vez con el empoderamiento. Otra vez con el #Me Too, y venga con la discriminación salarial, con el reparto de las tareas domésticas, con el techo de cristal, con el machismo, vaya.

Sí, qué pesadas. Así opinan algunos hombres y algunas mujeres, hartos de escuchar lo que no quieren oír. Ni ellos y ellas, ni nadie. Pero hay una chiquilla de 14 años a la que violaron cinco jóvenes --por turnos-- y que se pone pesada y va a recurrir la sentencia que no admite violación en lo que le ocurrió, porque estaba aturdida por las sustancias que había ingerido y no se negó a lo que le pasaba. Vaya. Para ella sí que será reiterativo acordarse noche tras noche, día tras día, aunque sea en la nebulosa de un mal sueño, de lo que le ocurrió. Ella probablemente nunca se recupere del todo, como tantas chiquillas a las que les habrán pasado cosas parecidas y que hasta hace poco no han empezado a trascender. Reiterativo será también, en los hijos de las asesinadas, el recuerdo de sus madres. Eso sí que es pesado. Ahí no podemos hablar de denuncias falsas, porque o no las presentaron o no les sirvieron de nada. Sí, qué pesadas, escribiendo una y otra vez de lo mismo. Qué pesadas recordando a todos el horror de violadores y asesinos que esconde nuestra sociedad tan avanzada en derechos y libertades. Ayer, otra asesinada. Pues mientras este terrorismo no cese, hay que seguir machacando en la denuncia.