El invierno de 1944 a 1945 fue un invierno terrible en Europa. El mundo descubría el horror de los campos de concentración y la hambruna era responsable del fallecimiento, solamente en Holanda, de unas 20.000 personas. Fue el «hongerwinter», la hambruna holandesa, el invierno del hambre que obligó a la población a sobrevivir a duras penas, a comer hierba, bulbos de tulipán e incluso sangre de animales.

En España, el Boletín oficial del estado (BOE) del 9 de diciembre de 1945 recogió la gratificación que Franco había establecido en navidad para los trabajadores, institucionalizándola, tal como luego pasó con la «paga del 18 de julio», que estableció en 1947 con la finalidad de que todos los trabajadores pudiesen «celebrar adecuadamente la Fiesta de Exaltación del Trabajo» en el aniversario del Alzamiento Nacional del 18 de julio.

Así fue como desde 1947 se añadió al «aguinaldo» de navidad, otra paga para compensar el encarecimiento del nivel de vida y la caída de salarios que habían provocado la Guerra Civil en España y la Segunda Guerra Mundial, y así fue como ambas «pagas» se incorporaron progresivamente a nuestros usos y costumbres.

Durante la Transición, la paga del 18 de julio fue desplazada al mes de junio, supuestamente para sacudirse el olor a dictadura y conmemorar la onomástica de Juan Carlos I, recogiéndola el artículo 31 del Estatuto de los Trabajadores de 1980 y posteriormente, el Real Decreto Legislativo 2/2015, del 23 de octubre, que aprobó el texto refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores la mantuvo, declarando que el trabajador tiene derecho a dos gratificaciones extraordinarias al año, una de ellas con ocasión de las fiestas de Navidad y la otra en el mes que se fije por convenio colectivo o por acuerdo entre el empresario y los representantes legales de los trabajadores.

No conozco los poliédricos y variados convenios colectivos existentes, ni menos aún los puntuales acuerdos que haya en las empresas, pero creo que puedo afirmar que la «paga de julio» se ha venido manteniendo. El verano no sería lo mismo para tantos y tantos trabajadores por cuenta ajena si no fuera por la existencia de esa paga que alegra las vacaciones.

Cuando llega como ayer el 18 de julio, no puedo evitar recordar una infancia plagada de alegrías asociadas a la paga extra y aquella calle «18 de julio» del primer beso robado, mientras me lamento de la infeliz existencia de los que nunca tuvimos, ni tendremos, paga extra de tipo alguno.

* Abogada