Como no hay mal que cien años dure excepto el comunismo, parece que los españolitos retornamos a nuestras costumbres. El fin del confinamiento ha traído buenas noticias, y hasta los más pesimistas ven motivos para la esperanza. Al igual que yo, hay quien ve en el final de Operación Triunfo el inicio de la ansiada recuperación.

Algún cursi ha acuñado eso de nueva normalidad, pero lo novedoso brilla por su ausencia. Los primeros en volver a las andadas han sido nuestros políticos, y ya han comenzado a malgastar su tiempo y nuestro dinero. Teresa Rodríguez, portavoz de Podemos en el Parlamento de Andalucía, ha debutado en los medios de comunicación proponiendo derribar las estatuas de Cristóbal Colón. Viendo cómo ha engordado su marido y alcalde de Cádiz durante la pandemia, si se apoya en la columna la demolición es inevitable. La alcaldesa de Barcelona, más moderada, prefiere indultar al descubridor, pero habla de contextualizar el monumento. No sé muy bien qué quiere decir, salvo que pretenda rodearlo de las tres carabelas con Rodrigo de Triana de vigía. La directora del Instituto de la Mujer --casualmente íntima amiga de la ministra Irene Montero ( ¡jo tía, súper fuerte!)-- ha amenazado con sancionar a una empresa que vende cuadros para habitaciones infantiles en los que, junto a un dibujo de una niña, figura la leyenda «aquí duerme una princesa». Unos ven en el reproche una defensa de sus convicciones republicanas, pero otros creen que la aspiración de la autoproclamada activista es evitar discriminaciones sexistas pegando también esos carteles en las puertas de los dormitorios de impúberes varones. Por si acaso, ayer puse en el armario de mi hija Carmen varios calzoncillos y un par de corbatas, y ya está en lista de espera para operarse de fimosis.

Asimismo, el colectivo animalistas ha retomado su cruzada y, coincidiendo con el final de la primavera, ha instaurado la semana sin carne. Al conocer la noticia, mi lascivo amigo Teodoro se temió lo peor, pero ya anda más tranquilo al saber que puede cumplir con los preceptos de la nueva Inquisición alternando la ingesta de hamburguesas de seitán con batidos de tofú y quinoa. Dudo que con tan magra alimentación pueda cumplir debidamente con sus aficiones. Algunos supermercados se han sumado a la celebración y, para mi sorpresa, las ventas de las salchichas veganas han aumentado sobremanera. Será que soy el único que al ver su aspecto piensa que las recolectan en los contenedores del Instituto Anatómico Forense.

El presidente Felipe González ha comparado al gobierno con el camarote de los hermanos Marx, pero se ha quedado corto. En el compartimento del barco se apretaban quince personas; en el Consejo de Ministros se arremolinan hasta veintitrés. Puestos a buscar semejanzas, personalmente prefiero el parecido de Fernando Simón con Harpo Marx, aunque por desgracia solo era mudo el actor.

Poco a poco las cosas vuelven a su ser, y hasta el presidente del Gobierno ha recuperado su habitual narcisismo. Ahora dice que ha salvado más de cuatrocientas mil vidas. Lo normal.

* Abogado