Esta semana hemos tenido el privilegio de celebrar en el Palacio de Congresos de Cordoba una jornada sobre marketing y comunicación, un día completo de branding, término anglosajón que define el proceso de hacer y construir una marca, reuniendo para ello el conjunto de activos, como el nombre, el símbolo, o a historia que hay detrás de una marca. Gracias a los patrocinadores hemos contado con un elenco de ponentes que difícilmente volveremos a tener el privilegio de escuchar en un mismo día.

No voy a detenerme en el detalle de cada uno de ellos y sus valiosas aportaciones, así que después de oír a David Meca hablar de retos y de superación y de cómo cuando todo se tuerce, hay que seguir nadando, me quedo con la sorpresa, con el descubrimiento impagable de Fernando Beltrán. El hombre inventor de palabras, el poeta que no quiso ser abogado y vendió los libros de derecho para sobrevivir, el que se definió a sí mismo con esta bella palabra: nombrador. El hombre que puso nombre a Amena, a Opencor, o a BBVA y que se define a sí mismo como nombrador de cosas. No ha sido él el primero en entender la importancia del nombre, la importancia de una palabra para definir un objeto, un sentimiento, un producto, o un estado, sino que como reconoció, fue Platón quien dijo «Todo objeto tiene un nombre natural. (Solo) Hay que descubrirlo».

Si las marcas «deben jugar en el mercado el rol de la felicidad» como dijo otra grande, Cristina Vicedo, los ayuntamientos (y en general las instituciones públicas) deben utilizar su (nuestro) dinero para hacernos felices a los ciudadanos: en darnos mejor y más salud, en buena educación, en ciudades limpias y sostenibles y en cultura, mucha y variada cultura que nos eleve y ensanche el alma.

Y les pregunto ¿tendría un nombre la iniciativa del Ayuntamiento de traernos a Rosalía para todos los cordobeses? Siempre habrá quien lo critique, porque esta ciudad es experta en criticar cualquier cosa, pero que los cordobeses puedan disfrutar de un espectáculo como este a coste cero, desde la Fuensanta hasta Las Palmeras, me parece una forma de repartir felicidad que apruebo totalmente. Como no soy creadora de palabras, ni nombradora de cosas, me pregunto ¿qué nombre le pondría Fernando Beltrán a un fenómeno como este para una noche tan mágica? No sé, pero seguro que sabiendo que además esta Noche Blanca del Flamenco es un abanico por primera vez pintado solo de mujeres, seguro que algo genial se le ocurriría, porque Cordoba, anda que no, malamente, será más que nunca «Cordolia», tra, tra.

* Abogada