El martes por la tarde, mientras escribía un artículo para este diario, recibí un mensaje que decía: «Hisae (Gracia eterna) se ha ido». Sabía lo que quería decir, pero no podía entenderlo, por eso intenté imaginarlo, porque lo que uno no puede ver o creer, ha de imaginarlo. La única forma en que pude hacerlo fue alzando el vuelo, leve, sorprendida, riendo. Sólo así seguía siendo Hisae.

Entonces recordé una pieza de Vaughan Williams, The lark ascending. La busqué y, al escucharla, me di cuenta de que la alondra de Vaughan e Hisae eran la misma, y que la belleza que nos entregó con su compañía y su obra volverán a nosotros en la belleza súbita de un instante inesperado y feliz.