La Feria de los Municipios, que se está celebrando en la Diputación, es exactamente eso, un acontecimiento festivo con principio y final, no la continuidad, descrita y en fotografías y vídeos, de la realidad vital de los pueblos que además de con colores cuenta también con lágrimas. La Feria de los Municipios son estands en los que cada pueblo expone sus productos, lo que convierte en colorido y en atractivo turístico todo lo que en el silencio del trabajo son dificultades para la supervivencia. Porque el lechón es un bocado exquisito, lo mismo que el jamón, el chorizo y la morcilla. Pero una cosa es sentarse en una mesa a compartir esos productos con la alegría de saborear lo bien hecho y otra, muy distinta, tratar madrugadas y amaneceres con los cochinos. O con corderos y ovejas, la esencia de esas chuletas o quesos que convierten el sabor en la antesala del paraíso. O una copa de Montilla-Moriles, que es hasta un adorno en las manos pero cuyo vino ha sufrido en los campos el secreto de su conversión en placer. La Feria de los Municipios es la alegría de la existencia de los pueblos, que por unos días no se quitan el traje de fiesta y viven en Córdoba una especie de encantamiento que, afortunadamente, convierte en gloria las lógicas desavenencias de la preparación de las carrozas de una romería o de las murgas de un carnaval. Luego, cuando llegan al pueblo se quitan el traje de la feria y se van directamente a la tierra, de donde sale la vida, o a los pozos, donde el agua está al acecho de sequías, o a los huertos, donde se contempla cómo los vegetales se crían al lado de animales, como las vacas. En definitiva, la capital es el escenario con luces que se encienden y se apagan. Y los pueblos, el sitio donde la vida se toca desde su raíz, donde por las noches hablas con tus estrellas y de día contemplas cómo las nubes van cambiando su fisonomía hasta convertir el cielo en trombas rápidas de agua antes de llenarse del color del arco iris. Los pueblos son sufrimiento y abandonos. Pero saben que son todavía los guardianes de la autenticidad de la vida: los árboles, las estrellas, la lluvia, el sol, el cielo, el silencio y el canto de los pájaros.