Parece increíble que personas mayores de edad carezcan del mínimo «conocimiento» --utilizando esa expresión tradicional que marcaba el paso de la infancia a la edad adulta-- y se permitan jugar con el esfuerzo de los servicios de emergencia como el 112 y los bomberos. ¿Y si mientras atienden una llamada falsa se produce un incidente grave al que no pueden acudir? Pues eso no lo pensaron ni el buscador de setas que fingió haberse perdido en un bosque catalán ni el esposo bromista que alertó diciendo que su mujer había caído al río Segre y se estaba ahogando. En ambos casos hubo una movilización innecesaria que ha costado a los autores sendas multas: 5.000 euros el primero y 9.000 el segundo. Aun así, parece poco castigo.