Por detallado que se ofrezca el paralelismo trazado por muchas y autorizadas plumas de nuestros días en la prensa y la publicística internacional e indígena, el retorno a los años treinta del siglo XX no deja de ser un respetable ejercicio intelectual, pero en manera alguna una reflexión acerca de un peligro real en la construcción del presente de 2019, tan arduo como el de otras muchas etapas anteriores del pasado caracterizadas por las numerosas y graves dificultades abiertas a su paso. En horas tristes para una de las grandes etapas de la historia nacional --«Miré los muros de la patria mía, si un tiempo gloriosos, de la carrera de la edad vencidos...»--, el más inabarcable y genial de los clásicos españoles, Quevedo, sentenció buidamente que «el tiempo ni vuelve ni tropieza...». Pese a la quiebra muy parcial pero inocultable del paradigma ilustrado que impulsara la marcha de la historia occidental durante las tres últimas centurias, la cosmovisión optimista y esperanzada del acontecer humano y su trayectoria no ha de desterrarse ab irato del horizonte de las mujeres y hombres afanados hoy en la erección de un mundo conforme a los mejores ideales de paz y progreso que alimentaron la actividad de las mejores generaciones precedentes.

Muchos son, ciertamente, los datos pesarosos que en la compulsa de la tercera década del novecientos con los tiempos presentes hacen soltar la alarma frente a una andadura semejante si no idéntica. Como siempre y según se recordaba en el artículo anterior, es el panorama económico el que más imanta la atención y preocupación de los glosadores y comentaristas de hodierno. Después, claro es, es el político el que suscita mayor interés en el mencionado cotejo. No son pocas aquí las voces alertadas frente a la crisis del modelo de democracia representativa que semeja retrotraernos a la obscura época del siglo anterior en que tal sistema fue objeto de una extendida e intensa crítica ante una coyuntura que, en varios países europeos, en verdad, no llamaba al optimismo. E, indudablemente, un paralelismo más o menos difuso cabe registrarse ante algunas derivas sociales y culturales de entrambos periodos.

Pero con todas las concesiones que se deseen respecto al mismo aire de familia de una época y otra, por el momento la Historia no autoriza ni avala firmemente un retorno al pasado ni una vuelta de viejos fantasmas, arrumbados ya en el desván de los recuerdos, en la ocasión muy tristes, abrumadoramente tristes por el holocausto en todos los órdenes de la existencia colectiva con el que concluyó el ciclo abierto al término de la Gran Guerra. Con incontables motas en su atrayente rostro, la Libertad volvió, empero, a imponer su reinado; y con trastabilleos y retrocesos de entidad desigual así ha continuado hasta el presente en las coordenadas centrales y más creativas del desenvolvimiento humano.

No cedamos, pues, al pesimismo y afrontemos --europeos, españoles-- con ánimo enterizo los desafíos sin duda formidables del horizonte inmediato, con plena confianza en que nuestras colectividades tienen, ante una tesitura si se quiere angustiosa, recursos sobrados para responderlos, con saldo positivo al final de la ardua empresa.

* Catedrático