El otro día presencié un cara a cara en televisión entre Errejón (cofundador de Podemos y fundador de Mas Madrid) y García Margallo (refundado en el PP desde Alianza Popular). Era la ocasión de aprovechar el asalto al Capitolio de EEUU para darle un repaso a los populismos. Lo que Errejón dijera era sabido: los populistas tienen respuestas fáciles para problemas difíciles. Es un tópico. Los no populistas tienen problemas difíciles que resuelven con respuestas fáciles. O como lo grabó en oro un tycoon en su despacho: «Donde no hay solución no hay problema». Pongamos un caso modélico: Que había que despedir a un empleado, pues el tycoon lo despedía. ¿Ven? Ya está: una respuesta fácil. Para el empleado era un problema; para el tycoon lo sería si no pudiera despedir o abaratar el despido, cosa que no suele pasar porque lo resuelven fácilmente a través de una legislación económica que determina un «marco» basado en la libre competencia y en la coordinación de los planes de los agentes económicos por el mecanismo de los precios y el control de la inflación. El pleno empleo no está en la agenda. ¿Ven? Un problema difícil resuelto con una respuesta fácil. Y, si el trabajador pide leyes que le amparen, eso es populismo o algo peor y el votante huye asustado hacia un «valor refugio» ante el difícil problema de un enfrentamiento directo entre las clases

Así es que el sistema está como asediado: por un lado los populismos de derechas y, por otro, los de izquierdas. Para García Margallo a efectos prácticos son lo mismo. ¿Lo mismo Trump que Maduro? Podría equipararse socialismo/ comunismo a fascismo/ neoliberalismo, pero mejor dejarlo así. Entre los dos populismo está, según el señor Margallo, el liberalismo democrático, que es donde él se sitúa. Pero ¿qué liberalismo, el de Adam Smith o el de Milton Friedman? No entra en el tema ni se sale de la Constitución. Defiende la «economía social de mercado», un término de A. Muller-Armack, que era ordoliberal. ¿Puede explicar el ordoliberalismo? Porque ocurre que la economía social de mercado no es tan social ni el mercado tan democrático. Según Laval y Dardot, es lo opuesto al Estado del bienestar, ya que el Estado y los agentes económicos tensan el sistema y adelgazan a aquel. Miren ahora, a punto de reventar entre salvar la economía o la salud. ¿Respuestas fáciles? En cuanto a lo democrático, pregúntele al tendero vecino que tiene que competir con Mercadona. La competencia crea la desigualdad. Para Marx Weber, nada populista, el mercado es «una absoluta despersonalización contraria a la más elemental forma de relación humana», y habría que recordar que detrás hay personas que sufren las desigualdades sociales.

Y, como esto es solo un comentario, las mejoras sociales después de la IIGM hace tiempo que se acabaron y García Margallo debería buscarse otros argumentos para explicar la realidad.

* Comentarista político