¡Atención, bares!

Desayunar fuera de casa me encanta.

Mirar por el medio ambiente es algo que ni me cuestiono. ¡Tengo la mala costumbre de mirar por mí y por ende de mi futuro, de los animales, del planeta! Tengo la mala costumbre de mirar por ti, tú que lees esto.

¡Llámame loca! Conseguir conjuntamente ambos objetivos es una carrera de fondo casi imposible. Hay bares donde la mantequilla, la mermelada, la miel, el aceite, etc., los sirven en envases de plástico de un solo uso y en porciones individuales. ¿Es necesario? No. Es de locos, es de locas.

Poner remedio a ésto es sencillo:

--Mejor un envase industrial que individual. Y si hay que servir en envase individual al menos que sea de muchos usos.

--Mejor un envase de cristal u otro material que de plástico.

Cada vez descubro más bares donde se «obsequia» al consumidor con una botella de agua de 33 cl. de una conocida marca. ¿Es necesario? No. ¿Nos ciega la gratuidad, lo absurdo?

La solución aquí es lógica.

--Mejor un vaso de agua del grifo. Tenemos la suerte de disponer de agua potable, un vaso cuesta 0,0002 euros, evitamos portes innecesarios, no damos publicidad a una marca que nada vela por el medio ambiente y tiene más propiedades que el agua envasada.

Me encanta desayunar en la calle y lo seguiré haciendo, allí donde miren por mí igual que yo miro por ellos y ellas.