El determinismo es la teoría que conecta los sucesos con la causa. Cada acción está determinada por una cadena ininterrumpida de decisiones previas. Cuando miro desde la quietud de mi encierro y observo la convulsa situación actual, tengo la inequívoca sensación de que hay cosas que tenían que ocurrir, porque la cadena ininterrumpida de sucesos tenía el ácido regusto de saber que esto llegaría.

El determinismo es conexión entre causa y efecto, aquello que mi madre me decía ante mis reiteradas travesuras, mientras me daba un azote en el trasero: «Tanto fue el cántaro a la fuente, que al final se rompió».

Un testigo acaba de situar a Clinton en «la isla de Epstein» y eso puede ser determinante para que otra vez el sexo inadecuado (¿existe? Sí, sin duda) lo termine devorando. Si has elegido viajar 26 veces en el avión privado de Epstein, o visitar su «isla de los pecados», donde el financiero acumuló un largo historial de crímenes sexuales a víctimas incluso de 14 años, luego no te quejes.

Los seres humanos somos máquinas capaces de elegir y elegimos cada día desde lo más insignificante a lo más complejo. Esas decisiones están afectadas por un cúmulo de circunstancias internas y externas, incluso ambientales. El caso es que un individuo puede tomar decisiones distintas ante un mismo hecho en función de su estado de ánimo, de si llueve o hace calor, de si es feliz porque acaba de comer lo que le gusta, o tiene hambre voraz. La voluntad del ser humano, su capacidad de elegir, el libre albedrío, en definitiva, no es contrario al determinismo, sino eso mismo. Ya hablaremos del parche que con cargo al libre albedrío algunos ponen para justificar el mal en un mundo creado por un dios bondadoso. Libre albedrío, decisiones, consecuencias, determinismo. Si bordeas una y otra vez el límite, cuando debes ser ejemplo de rectitud e independencia; si pactas un día y otro con quien sabes de dónde viene; si tu pasado no te permite apelar con saña al de los demás; si pones de portavoz a una deslenguada que cada vez que coge el micro lo revienta, el cántaro va...y se rompe. Un problema más arduo es valorar la intencionalidad, la consciencia de nuestras acciones y su resultado, pero el terreno pantanoso de la responsabilidad ética lo guardo para otro día más lúcido que hoy.

Lo contrario al determinismo es el azar, el indeterminismo, y aunque creo que la vida es ambas cosas, libre albedrío y azar, todos debemos cuidar las elecciones que hacemos porque el azar, ese que viene solo, es el que de pronto hace que aparezca un ‘testigo’ inesperado de aquel acto.

* Abogada