El otro día en una privilegiada sesión de coaching para directivos que compartí con un grupo de compañeros, tuve la gran suerte de poner nombre a muchas prácticas que, sin identificarlas, realizo casi de manera inconsciente, enfrentándome a mis emociones al tiempo que descubría la gran importancia que tienen los prefijos en nuestra actitud ante la vida.

Puede que ni imaginemos lo que cambia una palabra, su significado y la actitud que representa, con solo añadir un par de letras, el prefijo del que hablaba al inicio.

Incluso los prefijos numéricos que se añaden delante del número telefónico tienen el efecto nada baladí de señalar la provincia a que pertenece. Si nos vamos a los adjetivos que definen a una persona convendrán conmigo en la enorme diferencia que hay en ser sensato, cauto, tolerante o maduro frente a ser insensato, incauto, intolerante e inmaduro.

Y si de lo que se trata es de definir acciones de nuestra vida, qué gran diferencia existe entre portarse y comportarse, en ponerse a trabajar a exponerse a hacerlo en un andamio, ponerse al sol o exponerse a hacerlo y hasta en reponerse, obviamente después de haber caído.

Nunca había pensado tampoco la gran importancia de ser conscientes de que de nada sirve post-ocuparnos de problemas del pasado por la sencilla razón de que ninguna solución pueden ya tener más allá de hacernos sentir culpables, como tampoco de preocuparnos por los venideros sin tener siquiera la certeza de que verdaderamente sucederán, por lo que tal vez lo deseable sea sencillamente ocuparnos (sin prefijo alguno ) del presente antes de que a las puertas de la muerte tengamos que lamentarnos de haber estado preocupados por cosas que nunca sucedieron.

No nos predispongamos al futuro y dispongámonos a todo; es hora de disfrutar los sentimientos y de desterrar los resentimientos; de buscar el equilibrio y de dejar atrás cualquier desequilibrio; de hacer mucho más que deshacer; de encontrar la dicha de las pequeñas cosas en vez de cebarnos en la desdicha que tan infelices nos hace... Y, en fin, la hora de componer con tino una vida llena de luz en vez de recomponer una vida deslucida, producto del desatino.

No se ustedes, pero yo prefiero la vida sin prefijos porque he descubierto que es una forma diferente de reivindicar el aquí y el ahora.

* Abogada