Hace ya tiempo que me di cuenta de que la gran división que existe en política no es tanto entre derechas e izquierdas, sino entre los políticos a los que ves fehacientemente que se creen el mensaje que te dan, y están en todo el arco político, y otros a los que ves que descaradamente te están contando algo que ni ellos mismos se tragan, que también están desde la extrema derecha a la izquierda más radical.

Por supuesto, prefiero a los políticos que se creen lo que cuentan, con los que podrás coincidir o no, pero que siempre, siempre, ves venir de frente. Eso sí, si no llegan al fanatismo. Ya saben: un fanático es aquel que no va a cambiar de ideas pero que tampoco va a cambiar de conversación.

Podría citar decenas de ejemplos cercanos en la política local de gente que creen lo que predican, pero no vendría a cuento, podría entenderse que desmerezco a sus compañeros de partido, y no es el caso. Además, estamos en un tiempo políticamente precioso, entre una Legislatura y otra en el Parlamento y entre un Consistorio y una Corporación local próxima a constituirse. Un tiempo en el que algunos concejales que se marchan te cuentan verdades como puños que antes les costaba más reconocer, mientras que a la mayoría de cargos que entran en Capitulares se les nota que no mienten cuando dicen que tienen ganas de trabajar, de hacer cosas, de cambiar la ciudad y la sociedad y hacerla mejor...

Ya veremos si al final tienen fuerzas y posibilidades para ello. Pero eso es otro tema. También he visto esta división, la de personas que se creen lo que te cuentan y las que no se tragan ni ellos mismos lo que dicen, en el movimiento ciudadano. Claro que al tratarse de una actividad que se basa en el voluntariado, la proporción de creyentes en ellos mismos y sus ideas es infinitamente mayor que en el ámbito de la política pura y dura.

En el caso del movimiento ciudadano también se podría citar decenas de nombres, aunque en este caso sí que voy a poner un ejemplo expreso: Pedro Antúnez. Un trimestre se ha tirado con el Colectivo Prometeo organizando un acto de reflexión de las izquierdas, que tuvo lugar el pasado jueves, y que reunió a Julio Anguita, Clara Ramas, Daniel Bernabé, Carmen Madorrán y Emilio Santiago. Un acto al que le ha pasado como al concierto de Rosalía, que se planificó hace meses, antes de que la cantante cogiera relumbrón mundial, por un lado, y de que las reflexiones de los participantes tuvieran una especial relevancia a nivel nacional tras los últimos varapalos electorales, en el caso de los pensadores de izquierdas.

Pero no voy al acto en sí. No entro en el contenido, sino en el detalle: la pasión con la que Antúnez ha organizado la cita, la ha dado a conocer, la ha vivido como algo personal... Me refiero a ese cariño visible, a ese convencimiento que solo puede poner la gente que, coincidas o no ellas, se les nota que son los primeros en creer lo que propugnan. Y no piensen que se trata de algo frecuente.