El visitante que vislumbra de lejos Córdoba contempla el espejismo de una suave ladera de casas blancas recostada a los pies de la Sierra; pero lo cierto es que la ciudad actual está construida sobre los restos de varias terrazas fluviales cuyas planicies se escalonan hasta llegar al río y que se comunican entre sí por medio de cuestas y escaleras históricas. Un reciente artículo publicado en la revista Cuaternario y Geomorfología estudia y cartografía las seis que durante su encajamiento dejó colgadas a modo de escalones el río Guadalquivir a su paso por Villafranca de Córdoba, Córdoba y Almodóvar del Río, e intenta explicar de paso la peculiar forma que en su momento se confirió a la urbe y la curiosa cimentación de sus murallas. En efecto, el estudio geoarqueológico, obra de Eladio Liñán Guijarro, de la Universidad de Zaragoza, y Manuel D. Ruiz Bueno, de la de Córdoba, a quienes debo los datos aquí expuestos, demuestra que la actual urbe se asienta --con excepción de la zona alta del Brillante-- sobre media docena de terrazas fluviales dispuestas a modo de peldaños naturales desde el río Guadalquivir hasta el Barrio del Naranjo y la urbanización situada en la Carrera del Caballo, y que la Córdoba romana se construyó sobre las tres más bajas y próximas al cauce actual del Guadalquivir.

La plataforma superior se correspondería, a grandes rasgos, con la actual planicie Tendillas-Ciudad Jardín; la intermedia con la semiplanicie donde se ubican el Museo Arqueológico, el Ayuntamiento y el convento de Santa Ana; y la inferior con la formada por la zona de San Basilio, Mezquita-Catedral y Corredera, entre otros. La Corduba republicana se fundó sobre la primera de ellas, en un espacio de tendencia cuadrangular que a modo de mirador Este-Sur se asoma al Guadalquivir por los Altos de Santa Ana, queda limitado al oeste por el Paseo de la Victoria y al norte por la antigua vaguada que hoy sirve de base a la zona del antiguo Viaducto, desde Chinales hasta la estación del AVE. Sus murallas cimentaron de hecho sobre la terraza superior salvo cuando el borde del escarpe se encontraba derrumbado; entonces, por razones geotécnicas y de contención del terreno buscaron la terraza intermedia, siendo este el caso de los lienzos oriental y meridional. Resultó así un perímetro hexagonal asimétrico cuyo lienzo septentrional (el que da a la Sierra) se construyó siguiendo la actual Ronda de los Tejares, justo al borde de aquella suave vaguada natural cuyo fondo utiliza en nuestros días la línea del ferrocarril a su entrada en la ciudad, y que los citados autores interpretan en su trabajo como un tramo abandonado del curso del río Guadalquivir durante el Pleistoceno. Esta solución geotécnica de la cimentación alternativa de la muralla en una u otra terraza con el objetivo último de darle mayor solidez y consistencia a su lienzo oriental-meridional (el que mira al Guadalquivir) debió ser, pues, la razón determinante del característico contorno hexagonal de la primera ciudad romana, que quizás habría preferido proyectarse como el típico y más convencional cuadrilátero. Su posterior ampliación en época imperial romana se hizo prolongando hacia el sur los lienzos oriental y occidental de la muralla hasta llegar al río, de modo que el nuevo sector intramuros se extendió sobre la terraza intermedia, en la que se construyó el teatro Romano a los pies de los Altos de Santa Ana. De forma paralela la ciudad se expandió más allá de las murallas: por el oeste sobre la terraza superior, donde se construyó finalmente el Anfiteatro, y hacia el este sobre las intermedia e inferior, incluyendo la construcción del Circo. Vestigios urbanos de esta ampliación, desde la zona de la terraza superior donde estaba la primitiva ciudad romana hasta la intermedia, son las escaleras históricas de la Cuesta del Bailío, Cuesta Luján y Cuesta de Pero Mato, entre otras. Del mismo modo, relictos de la ampliación de la ciudad desde la plataforma intermedia a la inferior son las escaleras históricas de la calleja Julio Galión y las otras cinco que bajan desde el entorno de la calle Doctor Barraquer y Campo de los Mártires hacia el Barrio de San Basilio.

Por último, señalan, el cambio de emplazamiento de la ciudad en época romana, del Parque Cruz Conde donde estaba la Corduba indígena hasta la zona del actual casco histórico, debió obedecer a diversos factores, entre ellos los geomorfológicos: desde el primitivo núcleo indígena no resultaban visibles una parte de la sierra y aledaños, toda vez que aquél se encontraba a una cota más baja. Por el contrario, la meseta situada enfrente, donde se construyó la nueva ciudad, contaba con relieves de mayor altura que ofrecían un panorama más completo del valle y de la sierra. Pura estrategia, por tanto.

* Catedrático de Arqueología de la UCO