Dado el promedio de las distancias madrileñas, el recorrido seguido en la ocasión por el anciano cronista no era excesivamente largo, mas la densidad del tráfico por las avenidas principales de la ciudad del oso y el madroño, primera hora de la mañana, lo ha prolongado muy considerablemente. Esquivando el socorrido tema de la política hodierna así como los temas relacionados con el «Madrid Central» o el Uber y Cabify, el articulista ha hablado in extenso con su amable conductor acerca de otra cuestión igualmente «manida», pero de largo alcance como es el choque generacional. A propósito de las vacaciones estivales de sus hijos y de las de los nietos del cronista, su colocutor, rememorando los días de su mocedad, ha insistido en el recurso permanente entre la juventud del presente a «sus derechos» para justificar toda suerte de pretensiones y aspiraciones, razonables o no, contraponiéndolo a la permanente referencia en los tiempos de su juventud a «los deberes» como cansina consigna de los años del franquismo... Hombre moderado, el interlocutor del cronista criticaba las desmesuras de una época y otra, aunque acentuando la crítica sobre la mentalidad predominante en la etapa actual.

De ahí, naturalmente, sin tregua ni pausa, la conversación pasó a centrarse en la confrontación entre jóvenes y adultos en punto a la ponderación de la experiencia por los últimos y a su descalificación u olvido por los primeros. Lances y episodios muy sabrosos de tan notable temática extraídos de su colmada existencia le fueron referidos por el taxista a su curioso usuario, acezante en todo momento de noticias e informaciones de asunto siempre de superior trascendencia, más allá de la anécdota o el pintoresquismo. En todas las narradas o trasmitidas por aquel a su fugaz cliente resaltaba la perspicacia, al tiempo que el sentido del humor del buen taxista. A prueba de este, creía en la imposibilidad en la España de 2019 de legar por parte de las generaciones adultas y seniles un mínimo de patrimonio vital a las hornadas prestas a tomar en sus manos la dirección del país en la inminente década de los veinte.

Empero, cuando el abajo firmante, conteste en más de un extremo con el planteamiento de su colocutor, se disponía a presentarle algunas aporías a su bien trabada argumentación, la estación de Atocha se recortó en el horizonte próximo y la, para él, muy amena y provechosa conversación debió interrumpirse en el tráfago estridente de «las cercanías» del AVE. Ojalá el azar vuelva pronto a reanudarla. El oficio ejercido todavía con entusiasmo quizá ganara con ello y, desde luego, la misma biografía del articulista ya en su recta final.

* Catedrático