Este camino es siempre para mí una reflexión. El otro día la hice sobre el paralítico del Evangelio. No es una anécdota; es el símbolo del interminable sufrimiento de un alma, tan anulada en su libertad, en su autoestima, en su dignidad, en su necesidad profunda de ser feliz que ya no puede moverse del pequeño ámbito de una camilla. Ha ido reduciendo el espacio de su vida hasta que solo se ha quedado con el que ocupa su cuerpo. Y lo tienen que llevar entre cuatro. Y más aún: está tan anulado en su persona que ni siquiera puede ya hablar por sí mismo. Y peor todavía: está tan rodeado de obstáculos, ideas, obsesiones, humillaciones, miedos, angustia, culpabilidad, que los cuatro que lo llevan no consiguen llegar hasta Jesús, y tienen que subir con la camilla a la azotea y abrir un agujero por donde lo descienden. ¿Qué sádico poder ejerce tal violencia contra un ser humano como para anularlo de esa manera? Es un poder sutil y terrible, porque no lo mata, sino que lo somete al sufrimiento atroz de estar vivo pero sin poder moverse. Y la persona vive solo para sufrir en su ensimismamiento existencial, en el alma, porque físicamente está bien. Es una parálisis mental, pues ha surgido de asumir que no puede moverse. Y en esa mente nada ni nadie pueden entrar a cambiar esa convicción que ese ser humano tiene de sí mismo, de que no puede andar; es decir, que no puede ser persona. Esta idea lo infantiliza, y por eso necesita a cuatro hombres para que lo lleven hasta Jesús. Por mucho que quiera, no puede superarse e ir por sí mismo ni hablar por sí mismo. Su vida está totalmente bloqueada en la idea de sí mismo. Pero lo salva un último destello de luz: la añoranza de que un día no estuvo paralítico, sino que podía andar y vivir. Desde el fondo de su sufrimiento sin fin aún conserva el germen de la vida, el impulso de que quiere salir de esa postración, superar el miedo a ser libre, a vivir, a crecer y ser feliz. Es un último grito hacia sí mismo y hacia los demás, antes de que su vida se convierta en un dolor continuo. Y ese grito realiza el milagro contra esa oscuridad. El hombre es liberado de su prisión interior y sale andando. Carga con la camilla como recuerdo de su aniquilamiento. Para que no se le olvide nunca qué fue lo que lo apresó.

* Escritor