Decrece, con demasiada lentitud, eso sí, la agresividad mortal de la pandemia: menos fallecidos, bajan los ingresos hospitalarios y se dan más altas. Se entreabre la puerta hacia otra etapa: podremos salir a la calle, pasear, hacer deporte y disfrutarlo; y comienzan a abrir establecimientos y comercios. Todo con control: el bicho no está muerto.

Esta es la realidad, los hechos que pueden comprobarse y ser medidos; sin embargo, no lo parece; muchos no lo creen y denuncian la situación a gritos. Así que la pandemia mengua pero la crispación política continúa en alza. Las consecuencias económicas y sociales de la plaga por el covid-19: un país, un continente, casi todo el mundo suspendido durante dos, tres … y más meses, son y continuarán siendo catastróficas durante bastante tiempo.

Debemos de prepararnos, entonces, para sobrevivir al segundo acto de nuestro drama romántico más ayuno de mística y héroes del mundo. Pronto a Pedro Sánchez -el hombre muerte, el enterrador- se le colgará un nuevo título: el que arruinó a España, quien la arrastró a su mayor desolación histórica, algo parecido, en versión gigante, al erial de despojos que dejaron las tropas napoleónicas cuando nos «visitaron» a bayoneta calada, tronadas de pólvora y metralla y escupitajos en los ojos.

Así que poco podrá variar el aire retenido y pútrido de nuestro proscenio nacional. Derecha y ultraderecha con la ayuda tronante de tanta prensa, propaganda y mentiras no van a cambiar; así que todo dependerá de la resistencia de Pedro Sánchez, el PSOE y quienes ahora les apoyan. Entramos en el acto más crudo de la crisis del covid-19, el de los seis millones de parados (o más), y a muchos responsables políticos y económicos llegarán a temblarle las piernas de tal manera que tendrán la tentación de salir huyendo. No habrá acuerdo para la reconstrucción del país. Las derechas no ven las salas de sesiones del Congreso de los Diputados como lugares para el debate, el acuerdo y la votación, sino únicamente palestras donde ejercitarse en la estocada al adversario.

Pasado el verano sabremos cómo termina la dramática partida; si todo concluye con una crisis política imparable o el gobierno y sus apoyos aún mantienen fuerzas suficientes para continuar resistiendo. En todo caso, aguante la izquierda en el gobierno o acabe abatida sobre la moqueta, habremos asistido (también en parte participado) en la batalla política más triste y cruenta que se dio en España tras la muerte de Franco, ya que una parte de nuestro país quiso abrasar a la otra lanzándole las furias de la mentira y el odio parapetada tras el escudo de la muerte y la pobreza. ¡Menudas credenciales!

* Periodista