Siento la necesidad de escribir estas líneas porque estoy en deuda con todos vosotros. Mi hermano era un hombre bueno, generoso, sin dobleces... Un alma libre siempre dispuesta a regalar una sonrisa. Un amor transparente, desinteresado y con la misma dulzura de un niño. En su búsqueda permanente de la felicidad, se fue sin hacer daño a nadie. Han sido muchísimos los mensajes de consuelo que hemos recibido tanto mi madre como yo. Desde aquí, solo deciros que no puedo sentirme más orgullosa de los amigos que mi hermano fue sembrando en su camino. Quiero agradecer a todos ellos, a los que tuve la suerte de conocer desde niña, que se hayan desplazado desde cientos de kilómetros para venir a despedirlo. La vida es caprichosa y hace que nuestros caminos se entrecrucen o separen a su antojo. Desgraciadamente, el destino nos reencontró para despedir a mi hermano. Gracias a los amigos de mis padres que siempre han estado ahí en cada golpe que la vida nos ha dado. Gracias a todos vosotros, que formáis parte de mi día a día, y habéis querido acompañarme en este momento tan amargo. No sabéis el consuelo que sentía cada vez que volvía la cabeza y nuestros ojos se encontraban. Gracias. Gracias a los que no habéis podido venir también y, a través vuestros mensajes, habéis sido un bálsamo dentro de este dolor. Y, por supuesto, gracias a mis tíos, a mis primas, a María del Mar y tantas otras personas que han llorado su marcha. Antonio os quería mucho. Muchísimo. En su nombre, gracias por haber formado parte de su vida. Gracias por haberlo querido. Gracias por haberlo acompañado en su último viaje. Gracias desde lo más profundo de mi corazón.