Abderramán III vuelve a estar de moda: es una causa más que hemos recuperado los aguerridos españoles, siempre sin suficientes motivos de disputa, para lanzárnoslo a la cara. Ahora si defiendes a Abderramán III, el gran califa de Córdoba, eres antifascista y sabes mucho de España. Si no lo defiendes, eres facha. Este es nivel, amigos. La culpa la tiene el nuevo equipo de gobierno del Ayuntamiento de Cadrete, con PP, Vox y Ciudadanos -la foto de Colón-, cuyo primer teniente de alcalde y concejal de Urbanismo, Jesús García Royo, de Vox, ha retirado un busto de Abderramán III de la plaza de Aragón. No derribar, como he leído en algún diario digital, sino retirar. Porque derribar y retirar, estarán conmigo, son cosas distintas. ¿Las razones? «Su colocación en la plaza más representativa del municipio ha sido motivo de división y enfrentamiento entre los vecinos. Queremos un pueblo unido y pensamos que en la plaza Aragón deben colocarse símbolos con los que todos los vecinos nos sintamos identificados». El califa acampó frente a Cadrete en el 935, antes de su asedio a Zaragoza, porque los Tuyibíes se habían sublevado contra el Califato. El castillo que hoy todavía puede admirarse en Cadrete lo mandó levantar él. El busto del califa Abderramán III es una obra donada por el escultor turolense Fernando Ortiz Villarroya a Cadrete en 2016. Sin dudar de sus buenas intenciones -a pesar de la obra-, ¿tenía sentido plantar en una plaza un busto de Abderramán en 2016? El sentido que quieras darle; pero no la contemporaneidad. Guardo de Abderramán III el recuerdo del maravilloso relato de Antonio Muñoz Molina en Córdoba de los Omeyas y de textos hermosos de Antonio Gala. Fue muy español -Córdoba era España, excepto el norte sin romanizar- y fue un monarca sanguinario, como tantos entonces. Valorar aquella realidad con los parámetros de hoy es un disparate de cerebros minúsculos: tanto como una idea de España que prescinda de su pasado más esplendoroso.

* Escritor