Querido amigo: Hace ya varias semanas desde el día en que te fuiste, y tu ausencia se hace cada vez más grande. Por aquí nadie consigue hacerse a la idea de que ya no estés entre nosotros, como cuando en una de esas series que tanto te gustaban se quitaban de en medio a un personaje carismático.

Todo parece haberse vuelto peor de lo que era. Más gris, como con menos sentido. Sabemos que hay que seguir, lo entendemos y nos estamos preparando para ello, pero ese hueco que dejas perdurará mucho tiempo.

Todos estos años contigo nos dejan muchas cosas. Tuvisteis suerte de encontraros mi hermana y tú. Siempre tuviste buen gusto. Me acuerdo de aquel día en que nos conocimos, hace ya doce o trece años. Ese deje tan tuyo al hablar, tan almeriense, y tu cara de chino. Pronto nos hicimos amigos. Y familia.

Guardo recuerdos tuyos en lugares extraños: un bautizo en Rabat, un archivo parroquial en Bujalance --aquella mañana de sábado buscando en libros de hace siglos--, o en un párking subterráneo viendo ruinas romanas. La enseñanza secundaria pierde a un gran profesor. Te has ido muy pronto, aunque has vivido mucho. Celebro cada momento que hemos pasado juntos, incluso en los últimos meses, aunque estuvieras ya muy enfermo. Gracias por todo lo que me has enseñado. Te queremos, Curro.