Dorothy retoza a lo largo de un sinuoso camino de baldosas amarillas con un vestido azul, el cabello hecho trenzas, y una cesta colgada del brazo, y acompañada de un espantapájaros que ansía un cerebro, un león necesitado de valor y un hombre de hojalata en busca de un corazón; para muchos de nosotros, el nombre de Judy Garland permanece asociado a su personaje en 'El mago de Oz' (1939), la película que rodó a los 16 años. Pero el 'biopic' 'Judy', que el próximo viernes llega a los cines, ofrece una imagen muy distinta de la icónica estrella de Hollywood.

La nueva película pasa casi completamente por alto los años de gloria de su protagonista para centrarse en una serie de conciertos que Garland dio en Londres desde finales de 1968 en un último intento de ganar el dinero necesario para poder reunirse con sus dos hijos pequeños, Lorna y Joey Luft. Nos la muestra irreparablemente dañada por una vida tumultuosa marcada por la adicción, el abuso y la depresión, insegura de si podrá enfrentarse al público; no sabe que solo unos meses después morirá de sobredosis, a los 47 años. Dándole vida, Renée Zellweger es un cóctel andante de nervios, ansiedad y fragilidad, una mujer capaz de dar el mejor concierto que nadie haya visto nunca pero también de derrumbarse sobre el escenario.

Mientras la retrata, y pese a que sobre el papel trata un asunto del pasado, 'Judy' habla directamente a nuestro presente. En primer lugar, porque la vida de su heroína ejemplifica muchas de las conversaciones que Hollywood ha tenido desde octubre del 2017, cuando se descubrió una larga y silenciosa epidemia de abusos sexuales en su seno; en segundo, porque medio siglo después Garland continúa siendo un símbolo para las comunidades LGTBI de todo el mundo.

EL MONSTRUO LOUIS B. MAYER

Para ayudar a explicar las circunstancias de su protagonista, la película entremezcla las escenas londinenses con 'flashbacks' que rememoran su adolescencia en los años 30 y 40, cuando el jefe de los estudios MGM, Louis B. Mayer, la llevó a la cima. Hoy Mayer es generalmente considerado pionero en el uso de la metodología rapaz que el movimiento MeToo dejó al descubierto: sirviéndose de su poder prostituía a jóvenes actrices, controlaba su vida personal y las obligaba a abortar si lo consideraba necesario, y encubría escándalos echando mano del chantaje y la extorsión; a las mujeres que no cumplían las amenazaba con arruinar sus carreras o las de sus seres queridos. Suena familiar, ¿verdad?

Durante el rodaje de 'El mago de Oz', Garland fue humillada sistemáticamente a causa de su peso y su aspecto -Mayer la apodaba «mi pequeña jorobada»- y obligada a seguir una dieta estricta de sopa de pollo, café y cigarrillos. Se le administraba un surtido tóxico de pastillas que durante el día le daban vitalidad y le quitaban el hambre y durante la noche la ayudaban a dormir.

Su ritmo de trabajo era tan intenso que a menudo se le inyectaban chutes de adrenalina para prevenir que desfalleciera. Y además de todo eso era víctima habitual de los tocamientos no solo de Mayer sino, al parecer, también de los actores que encarnaban a los 'munchkins' de Oz. En la biografía que dejó sin publicar, Garland aseguraba, asimismo, haber sido agredida también por al menos otro ejecutivo de Hollywood, al que no nombraba.

DROGAS Y ALCOHOL

Su trayectoria posterior estuvo plagada de crisis psicológicas, excesos con las drogas y el alcohol, amoríos públicos con finales trágicos, intentos de suicidio -su tercer marido, el empresario Sidney Luft, aseguró que durante sus 13 años de matrimonio la diva había tratado de quitarse la vida una veintena de veces- y una creciente mala reputación que la convirtió en persona 'non grata' a ojos de los estudios. A mediados de los 60 estaba completamente arruinada.

El caso de Garland es un recordatorio de los horrores que las mujeres han sufrido a lo largo de la historia de la industria cinematográfica, desde los tiempos de Shirley Temple y hasta que, hace poco más de dos años, actrices como Ashley Judd, Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow y Uma Thurman sacaron a la luz los abusos sufridos a manos de Harvey Weinstein cuando este, al frente de los estudios Miramax, era uno de los hombres más poderosos de Hollywood. Sobre la propia Zellweger, en su día protagonista de éxitos de Miramax como 'Chicago' (2002), 'Cold Mountain' (2003) y la saga 'Bridget Jones', ha corrido el rumor de que accedió a prestar favores sexuales al productor a cambio de una ayuda profesional. Ella lo ha negado.

ICONO GAY

A través de una de sus subtramas, 'Judy' recuerda el vínculo especial que Garland creó y mantuvo con el público gay. Sus conciertos eran de los pocos lugares además de los bares en los que los hombres homosexuales se congregaban en las décadas de los 50 y los 60. El cariño que la comunidad gay sentía hacia ella era tan grande que hay quienes consideran su muerte el punto de origen del movimiento moderno en pro de los derechos LGTBI: los disturbios de Stonewall empezaron en Nueva York la noche misma de su funeral cuando miembros del colectivo homosexual y trans se rebelaron contra el acoso policial. La teoría ha sido rebatida por historiadores del movimiento.

SUFRIMIENTO

¿Qué hizo de Garland un perenne icono gay? En parte, quizá, haber sido educada por un padre homosexual, y haber desarrollado el desafortunado hábito de casarse con hombres que preferían a otros hombres -fue el caso de dos de sus cinco maridos, Vincente Minnelli y Mark Herron-. Sin embargo, la conexión es más profunda. Garland creció entre adultos que le decían que no tenía el físico adecuado, y que no podía ser la persona que en realidad era. Y a lo largo de su vida sobrevivió a la discriminación, la marginación y el sufrimiento constantes; para ciertos sectores de la comunidad homosexual, ese historial la convierte en una de ellos.

A lo largo de su carrera, también Zellweger ha sido a menudo considerada un icono gay, pero esa no es su única similitud con el personaje que podría proporcionarle su segundo Oscar -el primero lo obtuvo gracias a 'Cold Mountain'-. También ella sabe lo que es ser usada y posteriormente desechada por la maquinaria de la industria. Después de alcanzar la cima a principios de la última década, ha pasado la mayor parte de los años posteriores no solo sufriendo dificultades para encontrar papeles decentes, sino también siendo objeto de tanto escarnio sexista por parte de una parte de la prensa del corazón obsesionada con su peso y sus cirugías plásticas que llegó a abandonar el cine durante seis años.

En 'Judy', pues, la artista retratada y la que la retrata se encuentran, y en el proceso quedan claros los daños colaterales que, mientras fabrica mitos, Hollywood puede causar a los seres humanos que hay tras ellos.