Ayer nos enteramos de que el propietario de los terrenos donde se esconde el anfiteatro de Torreparedones, cuya expropiación puede suponer un buen pellizco, no pudo ir a la presentación de los hallazgos porque estaba cuidando de su nieta. Eso es tener un abuelo con un pan bajo el brazo que, en el peor de los casos, te deja un anfiteatro romano.