Escribió Cervantes que “el hacer el padre por su hijo es hacerlo por sí mismo”. El presidente del Córdoba, nombrado por su progenitor y máximo accionista, remitió ayer una carta pública “al cordobesismo” con la misma dudosa autoría que la que recientemente publicó Jonathan Bijimine tras su “aventura” poligonera. Puede que algunas de sus expresiones, puerilmente almibaradas, hayan calado en alguno. Todo es posible. Lo que sí ha dejado claro para la mayoría la epístola presidencial es el ánimo de dividir. Nombrar a simples aficionados (resaltando que al adjetivo “simple” le doy la mayor grandeza), hablar de posturas de unos y otros grupos para intentar crear recelos entre ellos y argumentar supuestos proyectos a realizar sólo pueden verse así, como una maniobra más de intento de división. No es nada nuevo. Para los que crean en esos proyectos con la afición, proyectos que se plantean con el equipo en descenso, rozando marzo y no en junio, julio o agosto, sólo habría que recordar una situación similar, en marzo del 2014, cuando en un momento parecido se habló de crear el papel del compromisario. Se publicó hasta un “plan de ruta”, del que nunca más se supo.

Las peñas, la afición en general ha cumplido y sigue cumpliendo su papel. Apoyar y animar al equipo en los momentos duros. Dejen a los colectivos sociales en paz y cuando se acuerden de ellos que sea antes del inicio de una temporada. Porque ahora todos tenemos la sensación de que es más importante para el club que no se grite en El Arcángel que la propia situación del equipo. Los únicos que han demostrado ser conscientes de que lo importante es la grave situación del Córdoba son, precisamente, los aficionados, que no ven ganar a su equipo en El Arcángel desde septiembre. Y ellos están en esas, animando y respaldando al equipo a pesar de los disgustos y mazazos recibidos. El que no parece estar en ello es el propio club, que debió actuar el pasado mes de enero y en verano y no ahora. Debió ser protagonista en los mercados de fichajes, entonces, y no con los colectivos ahora. Debió doblar su inversión -sí, doblar- para no dejarla en un pírrico 25% de sus ingresos. Porque aunque esos colectivos siguieran poniendo lo que siempre ponen -ese respaldo, ese apoyo- ¿quién le exige al club que haga también su papel, que no es otro que el de dedicar todos los recursos económicos disponibles al equipo? ¿Quién es el que menos cumple aquí? Por no cumplir no ha cumplido el club ni en algo tan ridículamente simple como mantener la discreción -¡exigida por el propio club!- sobre la cita con los colectivos peñísticos y de animación.

¿El debate ahora es éste? Lógicamente, no.

“Queremos profesionalizar todos los estamentos del club”. “Tenemos un club profesionalizado en todos sus departamentos”.

Entre las dos frases, pronunciadas por la propiedad median algo más de cuatro años.

Hay que insistir en ese Córdoba de la posverdad porque está de rabiosa actualidad con todo este asunto. Existe un abismo entre lo que se afirma, de manera pomposa -como la epístola presidencial-, y la realidad, mostrada diariamente, anualmente, por cada dato.

En los últimos 68 meses, el Córdoba ha tenido tres directores deportivos. De esos 68 meses, en 10 no se ocupó el cargo (no cuenta “lo” de Alfredo Duro). Por lo tanto, una media de 19 meses, año y medio generoso, para cada trabajador que ha desarrollado, en mayor o menor medida, esa función. Un cargo, por otra parte, vaciado de poder de forma notable por el ansia controladora y decisoria de la misma propiedad. Quien llegue de nuevo a la dirección deportiva del club ya sabe a qué atenerse -al igual que jugadores pretendidos en el pasado-, si no se había visto ya en épocas pretéritas. Alguno ha llegado a cobrar tan sólo 3.000 euros al mes. Otro, como el que acaba de salir, casi 160.000 euros al año.

En los últimos 68 meses, el Córdoba ha tenido nueve entrenadores. No llega la media ni tan siquiera a una temporada completa para cada uno. Y tiene pinta de que la media bajará, dada la situación del equipo y la del propio Carrión. Alguno llegó a cobrar 30.000 euros por los meses que estuvo. Otro, con un contrato firmado, le fue aumentado éste hasta el doble en la borrachera del éxito del verano del 2014. El éxtasis canario supuso una ficha de 500.000 euros.

En los últimos 68 meses, el Córdoba ha tenido media docena de encargados de prensa, directores de comunicación o llámenlos como quieran. Un año de media para cada uno. De ahí que ni se tengan, siquiera, teléfonos de peñas y se contacte con éstas a través de redes sociales o no se contesten correos ni se pueda responder a ninguna pregunta en el momento: “Ahora te llamo”. Previa comunicación con el que todo lo controla, llega la respuesta. ¿Capacidad de decisión? Por supuesto, pero sólo de uno. Los sueldos de esos encargados de conectar con la prensa, salvo el de uno que regresó a su empleo anterior en el que estaba en excedencia, fueron ridículos incluso para darlos aquí.

En los últimos 68 meses, el Córdoba ha fichado a casi un centenar de jugadores, prácticamente a 16 futbolistas por temporada, más de dos tercios de plantilla en cada ciclo. Sí hubo para pagar fichas de algunos jugadores que claramente no servían para la categoría -pero eran útiles en otros menesteres-, aunque no para abonar los 350.000 que costaba Xisco, por ejemplo. Por no hablar de los servicios médicos y los 260.000 que cuestan a la entidad.

En los últimos 68 meses, esa media de 16 jugadores por temporada ha dado para ingresar en el club prácticamente 10 millones de euros. Para entendernos, de las seis temporadas, una se ha podido financiar gratuitamente, como si en esa campaña no hubieran existido ingresos por publicidad, abonos, televisiones, colaboraciones de instituciones o no se hubieran vendido entradas. El Córdoba, en la pasada temporada y muy probablemente en la actual, es el club de Segunda que menos dinero dedica, en función de los ingresos que tiene, al proyecto (?) deportivo.

En este tiempo, eso sí, se aprobó que el consejo de administración cobrara emolumentos. Sueldos, dietas y lo que hiciera falta. Había que profesionalizar el club. Ha sido éste el mayor gesto de profesionalización del club, tener un consejo con nómina. Esta, y no otra, es la realidad del Córdoba. La que dan los números y no la posverdad que se ha intentado transmitir, de manera atropellada y hasta por las redes sociales, a los peñistas que, en esta ocasión, no han picado. Un destello de madurez y respeto a un club que ha perdido ambos en favor del oscurantismo y la ausencia de inversión. Igual la carta que espera “el cordobesismo” es una en la que se expliquen y aclaren todos los extremos que se han afirmado aquí y algunas cosas más.

Quise dar esos 100 días de cortesía al nuevo presidente a pesar de aquella cita con la prensa que es mejor, creo, no recordarla. Pero la misiva de ayer, a los 61 días de estar en el cargo, obliga. Alguien debería aconsejar al nuevo mandatario que, mejor que dirigir una carta en la que más que mirar hacia abajo para unir lo que siempre está unido cuando el equipo está mal, igual habría que dar contenido a su cargo (vaya marrón) y debería mirar más hacia arriba para que logre que desde las alturas se aporte lo no invertido. Porque ese, y no otro, es el único problema que tiene actualmente el Córdoba CF. Ya tiene ahí una labor ardua como presidente, pero que todo “el cordobesismo”, estoy seguro, le agradecerá. Ánimo sincero desde aquí en la misión si la acomete.