Juan Ortega Chacón, flamencólogo, escritor, presentador y conferenciante, ha sido durante toda su vida un apasionado de todo lo que concierne a su pueblo, Puente Genil, con especial énfasis en su peculiar Semana Santa y en el arte flamenco. Precisamente, la integridad de su último libro, titulado Cien años de Arte Flamenco y cincuenta del Festival de Cante Grande Fosforito, recoge con meticulosidad todo un siglo de nuestro arte en los tres pilares que lo conforman, aunque sea en el cante donde la investigación antropológica exhibe una mayor prolijidad por la importancia de su devenir histórico, que se inicia con el estudio de la figura de Dieguito de Morón El Tenazas, hasta la colosal figura del maestro Fosforito. Además, Ortega también se detiene en, prácticamente, la totalidad de todos los artistas que durante un siglo han cimentado el prestigio de todo un pueblo, recogido fielmente en este volumen.

-¿Qué le animó a realizar este elaborado trabajo que, como su nombre indica, compendia todo un siglo en torno a la temática flamenca?

-Al cumplirse, en el 2016, el 50 aniversario del Festival de Cante Grande, el alcalde y la concejala para la Promoción del Flamenco me propusieron que realizara un compendio ilustrado de todos esos años. Yo le propuse algo más ambicioso; rescatar todo el pasado y presente que erigieron a Puente Genil como un enclave artístico y núcleo de afición desde finales del siglo XIX.

-El libro recoge fielmente la historia flamenca de Puente Genil desde que se tienen noticias. ¿Qué cree que ha aportado su pueblo en la fijación y defensa del arte flamenco, y no solo con su prestigioso festival?

-Dada su ubicación geográfica y su condición limítrofe a tres provincias (Miragenil perteneció a Sevilla desde 1834,), estuvo abierto al tránsito antropológico y al sincretismo cultural. A ello había que sumar de forma decisiva la temprana instalación del ferrocarril y la precoz llegada, en 1889, de la luz eléctrica, que favoreció un inusitado auge industrial que protegió a las artes en general. Eso explica el que Dieguito El Tenazas se asentara aquí con decisiva influencia purista.

-En la lectura del libro, encontramos su poesía con frecuencia y siempre poniendo de relieve la personalidad del artista, así como eventos en torno a la temática flamenca.

-Aparte de mi devoción por ella, creo que es parte esencial del libro, tanto por lo que encierra en sus coplas y letras como por el hecho de que casi todos los poetas han cantado al flamenco con delectación. Aunque ahora quieran proscribirlos, el recitado de poemas siempre ha empatizado con nuestro arte engastándose, armónicamente, tanto en espectáculos como en reuniones intimistas.

-La lectura de los poemas flamencos de su paisano Ricardo Molina, suponemos, habrán sido una de sus fuentes de inspiración.

-Conocí de niño a Ricardo Molina, aun viviendo en Córdoba por cercano vecindario y por la amistad con mi padre. Leí con verdadero fervor un ejemplar dedicado de su Mundo y Formas del Cante Flamenco. En honor a la verdad, le admiro más como poeta que como flamencólogo. Para mí, su Elegías de Sandua es uno de los monumentos del siglo XX, aun valorando sus aportaciones en momentos tenebrosos.

-La publicación de este libro cumple la materialización de un proyecto largamente acariciado por usted. ¿Cree que está todo dicho?

-Nunca. Ni en esto ni en nada. Mi propósito principal ha sido el de subrayar, reivindicar, la importancia de un enclave, Puente Genil, en el flamenco, y para ello hablo de artistas, profesionales o aficionados que, de alguna manera, han contribuido a una afición sostenida, así como los lugares que la propiciaron. Fosforito es el astro genial e irrepetible, pero vivió y aspiró en un clima, sin partir de cero. Es el eslabón de oro y sagrado de una cadena que sigue siendo en la Puente seña identitaria.