De vez en cuando aparecen en la cartelera títulos estrenados en la última edición del Festival de Cine en Español de Málaga. Es el caso de la comedia que hoy comentamos, aunque también ocurría lo mismo la semana pasada con El mundo es suyo. Producciones que pasaron sin pena ni gloria por la sección oficial y que no entraron en el palmarés; aunque sí han sido exhibidas en Córdoba algunas de las premiadas con galardones menores como Mi querida cofradía -que ya comentamos en este mismo espacio- o No dormirás; sin embargo, no se entiende muy bien que las grandes triunfadoras del festival aún no hayan encontrado hueco en alguna sala local. Me refiero a Las distancias, de Elena Trapé (Biznaga de oro a la mejor película española) y Beniznho, de Gustavo Pizzi (Biznaga de oro a la mejor película iberoamericana); tampoco es de recibo que Casi 40, de David Trueba (Biznaga de Plata Premio especial del jurado), se haya podido ver en bastantes localidades desde hace unas semanas y aquí no haya aún noticias. Así que, bueno, esperemos que poco a poco vayan llegando.

De lo que sí podemos hablar es de El mejor verano de mi vida, la última comedia de Dani de la Orden, realizador de quien muchos habrán visto El pregón, su anterior trabajo, todo un éxito comercial protagonizado por Berto Romero. El protagonista de la historia es un tipo bastante desastre que no se le ocurre otra cosa, estando económicamente bajo mínimos, que prometer a su hijo unas fantásticas vacaciones si mejora nota a final de curso. Como se puede suponer, el chico aprueba con sobresaliente, cosa que creará todo un problema al personaje que interpreta Leo Harlem. Así que padre e hijo -porque la madre está un poco escarmentada de la picaresca de su marido- se embarcan en un viaje para recordar, subidos a un viejo tiburón prestado por un amigo durante dos años y un día. Pero aviso, el resultado no tiene nada que ver con la encantadora Carreteras secundarias (1997) de Emilio Martínez-Lázaro.