El estudio Disney confirmó el pasado lunes que Vengadores: Infinity War es, de manera oficial, el mejor estreno de la historia a escala global, con 640,9 millones de dólares de recaudación (528,2 millones de euros), a falta de su llegada a la cartelera china. Y es que los números generados por el Universo Cinematográfico de Marvel (MCU) desde su creación en el 2008, se miren como se miren, asustan. Diecinueve películas. 2.300 minutos de metraje, 15.000 millones de dólares recaudados en taquilla, más lo generado con la primera de las dos películas -la segunda lo hará en mayo del 2019- concebidas como la culminación del MCU tal como el público lo conoce.

Vengadores: Infinity war también es desde ya, y al menos hasta el año que viene, la película de superhéroes más grande y ambiciosa de la historia, una enormidad narrativa compuesta de una treintena de personajes que protagonizan hasta seis líneas argumentales simultáneas a lo largo de más de dos horas y media. «Inevitablemente, manejando tantas cosas a la vez uno se siente como un guardia que organiza en tráfico en las calles de Manhattan», bromea Joe Russo, director de la película junto a su hermano mayor Anthony -la pareja ya dirigió Capitán América: El soldado de invierno (2014) y Capitán América: Civil war (2016)-. «Pasamos meses y meses sentados frente a una gran pizarra, intentando organizar la estructura narrativa como si resolviéramos un problema matemático».

Teniendo eso en cuenta llama la atención que, por otra parte, el argumento de Vengadores: Infinity war sea tan simple: siete años después de los acontecimientos relatados en Civil war, que provocaron un cisma en su seno, el grupo de justicieros del título debe reunirse -incorporando un buen puñado de nuevos miembros- para combatir a un genocida interplanetario decidido a destruir la mitad del universo. Los fans conocen su nombre de sobra: Thanos.

Se trata, en otras palabras, de la misma premisa de casi todas las películas de superhéroes -un psicópata quiere acabar con la humanidad, y hay que pararlo- aunque, de nuevo, ejecutada a una escala aún más gigantesca. «En última instancia, el tamaño es algo que a nosotros nos importa más bien poco», matiza Anthony Russo. «Un director llega al rodaje y graba a unos actores con una cámara, y punto. En última instancia son la publicidad y las redes sociales lo que convierte estas películas en monstruosidades».

Precisamente, el ruido mediático es algo que desde Marvel han estado meses tratando de evitar, envolviendo la nueva película de secretismo y blindándola contra los spoilers. Contar más de la cuanta hubiera podido acarrear consecuencias fatales. «Hemos querido hablar de lo complicado que es ser un héroe en un mundo complejo. Hacer el bien tiene un coste muy elevado, y eso es algo que los héroes de la película acaban comprobando».

MIRANDO AL FUTURO Los Russo llevan toda su carrera trabajando con repartos corales. «Primero lo hicimos en nuestra segunda película, Bienvenidos a Collinwood (2002), y después en las teleseries Arrested development y Community, recuerda Joe. «Manejar numerosos personajes a la vez no nos intimida».

En cualquier caso, las escenas de Infinity war tienen tal densidad de población que, de forma inevitable, el cometido de algunos de los personajes -la Viuda Negra o Falcon, entre otros- es poco más que simplemente estar ahí. «En ese sentido, lo bueno de tener dos películas para escenificar esta aventura es que aquellos héroes que no tienen suficiente espacio para lucir en esta entrega dispondrán de él en la siguiente».

Tanto la una como la otra causarán un verdadero cataclismo en el MCU. Eso, claro, de ningún modo significa que los estudios Marvel vayan a matar a la gallina de los huevos de oro: por de pronto, ya tienen agendado el estreno de 14 películas más en los próximos años. «Pero sin duda esas historias serán muy distintas de las de Iron Man o los Vengadores», opina Anthony. «¿En qué sentido? No tengo ni idea. Y, afortunadamente, otros tendrán que encargarse de descubrirlo. Nosotros ya hemos cumplido».