H ablemos de cine y hablemos de literatura. Y cómo no hacerlo de Alfred Hitchcock, brillante cineasta, autor de algunas de las obras más icónicas del arte cinematográfico… y a decir de muchos, como parece indicar el libro Alfred Hitchcock, el enemigo de las rubias , «misógino y machista» hasta la extenuación. Hay que decir, que el autor, Abraham Menéndez, no se ha esmerado mucho a la hora de buscar título a su obra, «el enemigo de las rubias», toda vez que el propio Hitchcock había filmado la que considera como su primera película en 1927, precisamente con idéntico rótulo. Pero salvedad hecha de este dato, y de la idea que ya entonces apuntaba de la búsqueda del falso culpable en sus películas, no es menos cierto que «en tiempos del Me too , Alfred Hitchcock habría sido defenestrado, desterrado y ninguneado y habríamos perdido con ello algunas de las mejores películas de todos los tiempos».

Cabe decir que mi generación es heredera literariamente de Camus, Sartre y García Márquez, pero cinematográficamente lo es, indiscutiblemente, de Alfred Hitchcock y su modo de ver y entender el cine. Si, claro, también lo somos (herederos) de la Nouvelle vague , Fellini, Visconti… Pero, ¿acaso estos directores no lo son de Hitchcock? E, indudablemente, existe toda una legión de jóvenes y grandes actrices (Tippi Hedren, Carol Lombard, Grace Kelly, Doris Day, Janet Leigh, Joan Fontaine, Kim Novak, Marlene Dietrich, etc.), rubias la mayoría, que conforman el universo Hitchcock.

Y en un giro que se me antoja copernicano, otro director de cine, ahora español, presenta novela estos días bajo el título de… Rodaje , cómo no. Tampoco se ha estrujado mucho las meninges Manuel Gutiérrez Aragón, quien parece haber abandonado definitivamente el cine por la literatura y quien ya nos entregara La vida antes de marzo , una novela sobre el amor perdido, sobre el temor al pasado y al futuro, sobre la amistad o la falta de ella, sobre el dolor causado y correspondido, todo ello con el contrapunto del 11M. Rodaje cuenta una historia muy ilustrativa, a la par que cinematográfica, y una vez más habría que decir que su autor-director es heredero o coetáneo de la Nouvelle vague , Fellini, Visconti, pero también de Luis García Berlanga, a quien se homenajea permanentemente. Porque estamos en el Madrid berlanguiano, en los prolegómenos de unos días que marcarán el destino de España, y en ese momento, un joven cineasta se dispone a rodar su primera película. Una historia de ficción paralela a un mundo real marcado por la sentencia a muerte de Julián Grimau.

La novela se desarrolla en seis días y muestra la bajada a los infiernos de sus protagonistas. Y es que esto es cine, señores. Guste más o menos, tanto lo que hacía el hoy parece que denostado Hitchcock, como lo que hacía Gutiérrez Aragón, Woody Allen o Bertolucci. Si no somos capaces de separar el autor del hombre, estaremos en el camino de autocensurarnos y así perdernos algunas de las grandes obras del siglo XX.