Steven Nightingale, estadounidense afincado en Granada, ha escrito novelas, libros de sonetos y ensayos. Ganador del premio Silver Pen, decidió establecerse en el Albaicín en 2001. Y esa experiencia humana y vital es la que cuenta en Un jardín en Granada, publicada por Almuzara 2018, una decisión que hemos de agradecer a esta editorial porque estamos ante uno de los ensayos más valientes y conmovedores que he leído últimamente. Agradecido por esta tierra que llena su corazón, el autor va profundizando, poco a poco, en el Albaicín, el hogar que ha elegido en España para construir su vida. Habla de cómo ve crecer a su hija, de sus experiencias y de su familia, en un tono tan emotivo y humano, entrañable y poético, que conmueve.

Desde el amor a esta tierra maravillosa y el cariño sincero por sus gentes hace una descripción delicada de los rincones más bellos del Albaicín y sus cármenes. «A medida que avanza la tarde, subimos por las callejuelas del barrio y vemos asomar cipreses cuales verticales géiseres y ventanas cubiertas por celosías de madera con aperturas en forma de estrellas de seis puntas, de tal forma que cuando la luz las atraviesa, las paredes interiores se iluminan con sus propias constelaciones» (pág. 65).

Esa admiración por esta tierra le lleva a conocer y amar la historia del Albaicín, de Granada y de España. Y lo hace sin complejos, con la contundencia y sinceridad de quien ama y no piensa mentir para disimular las faltas del amado, con una visión fresca y vívida propia de alguien que juzga desde fuera pero que ha entendido la ciudad de Granada desde el corazón.

El autor comienza describiendo su experiencia en España, la compra y restauración de una casa en el Albaicín, sus anécdotas y la intrahistoria del lugar, para pasar paulatinamente a su concepción de la historia de España. Lo hace justo después de esa descripción personal de su vida en Granada, con palabras llenas de amor y armonía para defender precisamente la convivencia frente a la imposición, la libertad frente al autoritarismo, y hacer así una crítica de las virtudes y los vicios de la historia de nuestro país, desde la cabeza y el corazón, de forma directa y amena, sin afán de ofender nuestro orgullo pero sin callar la verdad que le sale del alma. Sabe amar y sabe contar su verdad, «de hecho, la unión entre la iglesia y el estado sería sorprendentemente duradera en España, un fatídico abrazo que no empezaría a romperse hasta la muerte de Francisco Franco y la desaparición de su gobierno nacional católico» (pág. 206).

Consigue así mostrar los principales problemas de España como nación desde la muerte de Al Ándalus y el advenimiento de los Reyes Católicos. Y logra situar en el centro de su ensayo la idea de convivencia, como elemento de progreso, cultura y justicia, sinónimo de belleza y moderación, haciendo un recorrido ameno y emotivo por los gigantescos logros culturales, científicos y filosóficos de Al Ándalus.

Es un canto a la libertad de espíritu a través de las sorprendentes aportaciones de Al Ándalus al mundo de la cultura sin caer en tópicos y reconociendo las luces y sombras de aquella convivencia «en primer lugar, la convivencia no era ni mucho menos ideal, sino que hubo momentos de colapso, violencia, rivalidades y sospecha, llegando incluso a puntos muertos; en segundo lugar, sus logros fueron magníficos e innegables y transformaron la vida de Europa» (pág. 182).

Le mueve el amor a su casa y su familia, y, por tanto, el amor al Albaicín y a la historia de España. Y ese sentimiento le impulsa a describir con valentía nuestros siglos, con sus glorias y miserias, simbolizados en ese Albaicín que tanto ama, porque «el barrio habla de jazmines, pero también de desastres» (pág. 232).

CULTURA Y ESPIRITUALIDAD

Steven Nightingale habla de cultura y espiritualidad, de flamenco y de Lorca, de una época de sabios que buscaban la unión de credos y la convivencia, pero también del radicalismo y la violencia, de Franco y de los Reyes Católicos. Y critica la torpeza de aquellos gobernantes interpelándonos sin pudor: «Este rey y esta reina habían recibido la herencia cultural más rica, diversa y distinguida de la Europa medieval. Vivieron los albores del Renacimiento, un despertar cultural basado en gran medida en los logros de Al Ándalus. No había país en Europa que tuviera ni los recursos materiales ni intelectuales de los que disponía la España de los siglos XIV y XV. ¿Qué hicieron con este legado, justo en el momento más prometedor de la Historia de Europa?» (pág. 198).