Eran las 6 de la tarde del pasado miércoles cuando a Carlos Montesinos le sonó el móvil. Era su hija María, de 13 años. Le extrañó que lo llamara ya que estaba en la vivienda de enfrente haciendo los deberes con sus dos vecinos pequeños, de 6 y 12 años, como tantos otros días. Cuando descolgó oye decirle: «Corre papá, ven, que está ardiendo la casa». Carlos salió rápidamente y se encontró a los tres niños en uno de los balcones de la planta de arriba rodeados de humo. Intentó abrir la puerta a golpes pero fue imposible. Volvió a su casa a coger una escalera y reconoce que «el nerviosismo se apoderó de mí». La escalera no llegaba del todo al balcón, pero logró sacar a los menores uno a uno.

Lamenta que nadie se acercara a ayudarle «cuando había algunas personas en la esquina de la calle, porque mi propia hija, que salió la primera, tuvo que subir por la escalera para que le pasara al pequeño de seis años, que estaba engarrotado y no quería separarse de mis brazos». Poco después de que los niños estuvieran a salvo, llegó la madre, que había salido un momento a pedir cita al dentista. «Quiero dejar claro que a los niños no se les deja encerrados, sino que no podían bajar porque el fuego estaba en la cochera y entonces cerraron la puerta de arriba de las escaleras para que no entrara el humo».

Al abrir la madre la puerta de acceso a la vivienda se produjo una deflagración. Había estallado un frigorífico, que es donde se originó el fuego por un cortocircuito en el enchufe. En ese momento se avivaron las llamas. Carlos intentó apagarlas con un extintor, mientras fueron llegando efectivos de la Policía Local, Protección Civil, Guardia Civil y otros vecinos con extintores. Como el fuego no remitía «porque algunos extintores no eran los adecuados, se me ocurrió enchufar una manguera al contador de un vecino». Finalmente, consiguieron apagarlo y a Carlos lo trasladaron al centro sanitario para hacerle unas pruebas respiratorias.

Reflexionando tras el suceso, Carlos Montesinos siente impotencia «de que en un municipio como Fuente Palmera no haya medios o herramientas para hacer frente en un primer momento a un suceso así hasta que lleguen los bomberos». Conocido por su actividad como mago, Carlos no se siente un héroe como le han dicho muchas personas, sino un afortunado por haber salvado a los críos. «La magia no servía en esta situación, había que tener la cabeza fría y tener valentía», comenta.

La familia de la casa siniestrada es de Marruecos y llevaba viviendo en ella en alquiler desde hace diez años. El padre, Jaime, llegó a Fuente Palmera hace 16 años y están plenamente integrados. Da gracias porque los tres niños están bien, pero han perdido casi todo.