No es por casualidad que la Unesco apreciara de los patios de Córdoba su valor inmaterial, no el lujo ni el dinero que se gasta para decorarlos. El secreto de la fiesta de los patios está en su carácter popular y en el alma que le imprimen las gentes que los habitan. Una esencia que se hace especialmente palpable en los días de Navidad.

Cinco casas se han abierto hoy al público en la primera ruta de esta Navidad, compuesta por un patio institucional y cuatro populares. Con los campanilleros y coros ausentes en la inauguración (un elemento que aporta un plus de vida a cualquier patio), el Palacio de Viana estrenaba la fiesta en su patio de la Cancela, decorado primorosamente con multitud de pascueros y un belén hecho por los alumnos de educación especial Santo Ángel. Pasear por él es tan agradable como siempre, no hay queja objetiva posible sobre su estética, es un patio hermoso sin más. "Está muy bonito, pero ¿y los villancicos?, no sé, le falta algo, no?", comenta una señora a su esposo. No son de aquí, pero no es lo que se esperaban. Entran, ven y se van.

A pocos metros, la calle Parras ofrece el contraste perfecto para entender de qué va la fiesta de los patios. Tres casas de vecinos, cada una de diferente morfología y atuendo, abren sus puertas, también sin coros a la misma hora (se ve que llegaron tarde a la cita). En Parras 8, un gran laurel preside la estancia decorado para la ocasión. «No hace falta ni un pino ni un abeto en Navidad», asegura su dueña, "el laurel se puede decorar y queda igual de bien". A un lado, se ve un niño Jesús enmarcado en un sombrero cordobés. Al otro lado, otro niño Jesús que regalaron a su dueña y al que ella no quiso hacer de menos. Y una anécdota. «Esta calle está llena de mellizos, así que no está de más que haya dos niños Jesús». Nada más entrar, una pareja se sirve un anís y charla con la dueña, que comparte algunos trucos sobre el cuidado de las plantas.

Abierto de par en par por Navidad. FOTO: A.J. GONZÁLEZ

La escena se repite en Parras 6, la casa de Chari, que propone al que entra buscar las diferencias de su patio respecto a la Navidad pasada para luego sacarlo de dudas. «Mira las hortensias, no las quería dejar desnudas y están teñidas de rojo y dorado». Una señora la escucha y celebra el detalle. «Venía buscando la novedad, me encanta», sentencia. En el corredor, el portal de belén se deja ver bajo un enorme cuadro de la Chiquita Piconera. Cada rinconcito esconde un detalle preparado con todo el mimo de su dueña para el hogar en el que habita todo el año.

En Parras 5, Maribel y su marido reciben un aluvión de visitas nada más abrir las puertas. Su patio está más habitado que nunca. No le falta un perejil. «No hay árbol de Navidad, hemos hecho esta estructura entre los dos y hemos construido la estación y los vagones de tren, Maribel ha fabricado las rosas y las mariposas de Goma Eva», explica él mientras ella anima a una pareja a probar un mantecado.

Entrar en un patio popular supone adentrarse en la casa de una familia, conocer el corazón amable y hospitalario de los cordobeses, acercarse a los valores de la Navidad, todo eso que un escaparate navideño, por más costeado y hermoso que sea, nunca podrá mostrar.